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Martinus responde

Sobre la reencarnación y la inmortalidad, el principio ciclo


Pregunta
¿Cuál es el fundamento que hace que la reencarnación se convierta en hecho científico?

Respuesta
Como con el concepto reencarnación entendemos la existencia del ser vivo a lo largo de una cadena continua de vidas físicas, de la que cada una de estas vidas sólo constituye un simple eslabón, una presentación lógica de un conocimiento al respecto aceptable para la inteligencia sólo podrá manifestarse por medio de un estudio sobre el hecho de si en la existencia hay una ley o un principio básico, que pueda justificar la cadena continua de vidas o renacimientos de este individuo. En primer lugar debemos observar una vida terrena así. Entonces vemos que se puede dividir en los cuatro estadios o épocas conocidas: la infancia, la juventud, la edad madura y la vejez. Una observación más detallada de estos cuatro estadios muestra que conjuntamente constituyen un principio básico fundamental, que a su vez se encuentra en toda creación, absolutamente en todo lo que forma parte de movimiento, sustancia o materia. Por consiguiente, este principio básico no está únicamente presente en la vida física del ser vivo. Se multiplica de una manera abrumadora y está presente en todas las otras situaciones de la vida, sí, en todo lo que, en resumidas cuentas, puede experimentarse, que es imposible que el investigador evolucionado le niegue el hecho de ser en sí el principio básico de la estructura de la creación y experimentación de la vida. Este principio básico, además de regular y formar nuestra vida física terrena en las cuatro épocas citadas, forma también a modo de principio todas las otras manifestaciones en estas cuatro épocas. Este principio hace que veamos las 24 horas del día divididas en medianoche, mañana, mediodía y tarde y el año dividido en invierno, primavera, verano y otoño. Estas épocas forman una especie de unidad, en la que cada una de ellas constituye una localidad. Cuando una unidad así, con sus cuatro épocas, ha pasado, se repite a sí misma, y así continuando. Es esta repetición la que señala el tiempo en forma de día, año y vida terrena.

Pero, como ya hemos dicho, no es solamente en el día, el año y la vida terrena donde vemos que se revela este principio de repetición o ciclo. También vemos que el agua, por ejemplo, alternativamente es agua de cloaca encharcada, penetra en el subsuelo, donde de nuevo es filtrada convirtiéndose en agua potable y cristalina, se convierte en aire fresco, que respiramos, sí, contribuye a formar el cielo azul, tanto el crepúsculo matutino como el vespertino, para convertirse de nuevo en lluvia, en agua de cloaca encharcada y de nuevo en aire puro y cielo luminoso y así sucesivamente.

Todas las distintas fases de las sustancias, ¿no pueden así mismo dividirse en loa cuatro conocidos estadios cambiantes del gran ciclo de la naturaleza, que denominamos sólido, líquido, gaseoso y en forma de rayos? ¿Creen ustedes que hay alguna sustancia que no pase por estos estadios? La naturaleza está tan sobreabundantemente llena o impregnada del principio del ciclo o de la repetición que no puede tener lugar ninguna manifestación en absoluto sin ser, precisamente, un detalle o un eslabón de un ciclo. Esto es válido tanto en el microcosmos y macrocosmos como en el mesocosmos. Por lo tanto, comprendemos que estamos rodeados de ciclos o manifestaciones de repetición de tamaños tan gigantescos, que uno de sus simples detalles constituye un espacio de tiempo o tiempo de vida frente al cual la existencia de nuestra propia vida terrena actual sólo puede considerarse como la incomprensible microscópica fracción de un segundo. Así mismo también hay, naturalmente, manifestaciones de ciclos o de repeticiones de una pequeñez tan incomprensible, que nuestros propios setenta años de vida en relación con esto se pueden considerar como una eternidad. Por consiguiente, vemos que el desencadenamiento de energía o de procesos creadores de todo el universo está organizado y dominado por un principio eterno de repetición o cíclico, que convierte la vida o existencia en un océano de manifestaciones de repeticiones o ciclos. De estos ciclos, los que conocemos mejor son, naturalmente, los de menor tamaño que nuestro propio ciclo, es decir, nuestra vida terrena actual. Así pues, estamos en condiciones de poder observar con nuestros propios sentidos físicos, de una manera totalmente directa, entre otros el ciclo del día y el ciclo del año y documentar que se repiten en el mismo orden, y que cada día concreto y cada año concreto es un eslabón de una cadena de repeticiones. Pero con ello obtenemos el punto fijo, por medio del cual se puede confirmar que la inmortalidad del ser vivo tiene un fundamento lógico. Cuando resulta que todos los ciclos, a los que estamos en condiciones de sobrevivir con nuestra vida física y que experimentamos con una capacidad de observación al cien por cien, se nos muestran como un eslabón de una cadena de repeticiones, ¿por qué no tendría que suceder lo mismo con todos los ciclos que se extienden más allá de la existencia de nuestra actual vida terrena y, por consiguiente, no podemos abarcar de una manera física directa? Como nuestra propia vida terrena puede, así mismo, observarse con una seguridad al cien por cien como un ciclo, ¿por qué tendría este ciclo, que además manifiesta la existencia de un ser vivo, desviarse de la regla y no ser un eslabón de una cadena de repeticiones? La especial estructura energética o ciclo de todo el universo confirma, así pues, la inmortalidad y convierte la reencarnación en el más alto conocimiento intelectual para el ser todavía no iniciado, que sólo tiene acceso a la información cósmica por vía teórica.

Publicado por primera vez en la Carta de contacto 1950/9, página 21-23

© Martinus Institut 1981
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