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Las Fuerzas cósmicas tras la redención del mundo
Por Martinus
1. Los redentores del mundo
En la historia de la humanidad brillan grandes nombres cuyo resplandor divino hoy, al cabo de muchos milenios, aún sigue iluminando. Sí, algunos son, incluso, tan luminosos que cada uno de ellos continúa siendo la estrella espiritual que guía a millones de hombres. Al origen de estos nombres tan luminosos lo conocemos como «Buda», «Cristo» y «Mahoma». La luz espiritual que fue revelada a través de estos seres constituye el fundamento de las grandes religiones: «el budismo», «el cristianismo» y «el islam». Antes de estos seres luminosos, que conocemos como «redentores del mundo», han existido otros seres luminosos o guías espirituales para la humanidad. A través de la instrucción cósmica de tales seres y de su actitud sobresaliente en moral y comportamiento, la humanidad tiene la garantía de alcanzar la gran meta: ser la humanidad a imagen y semejanza de Dios.
2. Los impulsos cósmicos de la redención del mundo
Para muchos hombres la redención del mundo y los redentores del mundo son un misterio. Aquí vamos a descorrer el velo y revelar que la redención del mundo y quienes la ejecutan son una providencia cósmica, orgánica, que, más allá del mundo físico, vigila, dirige y guía la transformación de animal a hombre de los seres. Desde que la humanidad de la Tierra ha existido, su mentalidad y comportamiento ha sido guiado y modelado por esta providencia en forma de la salvación del mundo revelada. Esta providencia es sustentada y sostenida por una fuerza que fluye en nuestro mesocosmos desde afuera. Así pues, no tiene su raíz o verdadero origen en nuestro mesocosmos. Por lo tanto, su origen no puede ser ningún hombre terreno ni ningún otro ser de este mundo mesocósmico, físico o espiritual. La fuerza tras esta providencia o redención del mundo funciona como impulsos cósmicos o espirituales, que con dimensiones macrocósmicas atraviesan la humanidad.
3. El planeta Tierra como un macroser para microseres
Como los impulsos antes mencionados son de tipo macrocósmico, sólo pueden tener un ser macrocósmico como origen. Y como se nos ha dado el cuerpo físico y espiritual de la Tierra como espacio vital o reino de existencia, sólo la Tierra puede ser el origen directo de dichos impulsos macrocósmicos. Para comprender los impulsos de la redención del mundo tenemos que comprender que la Tierra es un ser vivo en cuyo espacio físico y espiritual se encuentran los hombres terrenos y otros seres vivos terrenos como microseres. La Tierra es así nuestro macroser. Su organismo es nuestro espacio vital, al igual que nuestro organismo es el espacio vital de nuestros microseres: órganos, células, moléculas, etc. No es difícil ver que la Tierra no forma una masa sin vida o una materia muerta. En su espacio no hay un solo lugar, aunque sea tan pequeño como la punta de una aguja, donde no haya movimiento. Hasta las rocas y las piedras están sometidas a la transformación y así también revelan movimiento. El movimiento es la característica más esencial de la vida. Las materias y los movimientos de la tierra están organizados de una manera sumamente lógica. Si observamos la estructura y la apariencia total de la Tierra, ésta se revela como un ser vivo. Su respiración tiene lugar a través de la evaporización del agua y la brisa del mar. El agua es su sangre. Su alimento es la materia solar que la ilumina las 24 horas del día y mantiene su vida orgánica. ¿Cómo sería la Tierra si el sol no existiera? Sería un mundo muerto y oscuro, sería un cadáver. Sin embargo, la Tierra no es un cadáver. Es el organismo radiante y perfecto de un ser vivo, al mismo tiempo que también es un macroorganismo análogo y perfecto para miríadas de microseres: hombres, animales, y plantas y formas de vida mineral.
4. La conciencia de la Tierra como el mundo espiritual de sus microseres
La Tierra no sólo tiene un organismo físico que es el habitáculo de sus microseres encarnados en materia física. También tiene un organismo espiritual como todos los otros seres vivos. Este organismo espiritual constituye su conciencia. Por medio de ella se activa su interacción o correspondencia con otros planetas, tanto los que forman y los que no forman parte de nuestro sistema solar. Al mismo tiempo su conciencia u organismo espiritual es el habitáculo de sus microseres en su estado desencarnado o espiritual. La conciencia y la estructura mental de la Tierra, que constituyen su organismo o cuerpo espiritual, son así el mundo espiritual de la humanidad terrena. Con respecto a su vida en el mesocosmos, al que ella pertenece y en el que tiene el despliegue de su conciencia diurna, esto se puede, hasta un cierto grado, experimentar y reconocer a través de las circunstancias y condiciones de vida que se desencadenan en su organismo físico, que es el mundo físico de la humanidad. Como organismo físico, la Tierra tiene una estructura completamente diferente a la del organismo humano. Mientras el organismo humano físico está previsto como herramienta para una actividad totalmente física, el organismo físico del ser-Tierra, es decir, el globo físico, sólo está previsto como herramienta para una actividad física menor. En el propio mesocosmos del ser-Tierra, éste ser ya ha llegado a la experiencia inicial del «gran nacimiento». Su organismo es, por consiguiente, un mundo que está en preparación para ser el escenario del auténtico reino humano, ser habitáculo de microseres que se han convertido en el hombre a imagen y semejanza de Dios. Y esta incipiente gran experiencia cósmica del ser-Tierra lanza el reflejo de sus resultados o impulsos espirituales en la creación de conciencia de la humanidad y en su modo de ser.
5. El intercambio de pensamientos de la Tierra, zonas espirituales y los microseres
La actividad de la Tierra es principalmente de tipo espiritual o cósmico. La Tierra está en contacto con otros planetas o mundos por medio de impulsos de pensamientos macrocósmicos mutuos. Éstos forman un gran campo, en actividad, de rayos y ondas alrededor del globo físico. Detrás de este campo existe la estructura cósmica de los órganos de la Tierra, su supra- conciencia y subconciencia, los órganos de sus energías básicas que forman la zona de su conciencia, sus cuerpos espirituales y físicos. Estos dos cuerpos forman, así pues, nuestro mundo espiritual y físico respectivamente. Los seres desencarnados de la Tierra tienen su hogar espiritual en las esferas de las energías básicas del mundo espiritual. Desde aquí nacen al mundo físico, y vuelven aquí cuando se produce la muerte física. Cada uno de ellos está particularmente conectado a la esfera con cuya combinación de energía básica su evolución está más en contacto. Estas esferas espirituales forman la zona espiritual del reino mineral, la zona espiritual del reino vegetal, la zona espiritual del reino animal y la zona espiritual del hombre inacabado. Después viene el reino humano acabado, pero este reino todavía no existe en el organismo de la Tierra. Pero la Tierra, puesto que está a punto de hacer la experiencia del «gran nacimiento», va a ser el hogar o macrocosmos para el hombre acabado cuando este nacimiento haya finalizado, es decir, en unos tres mil años. Las próximas esferas espirituales, el reino de la sabiduría y el mundo divino tampoco son mundos acabados en el cuerpo espiritual de la Tierra. Sólo pueden ser mundos acabados según y como el macroser, o sea la Tierra, termine de desarrollar su facultad de amar, su inteligencia y su intuición. Hasta entonces, sólo pueden ser fenómenos latentes. Sin embargo, hacen que la Tierra pueda recibir impulsos intelectuales e intuitivos de sus semejantes, los seres planeta, más evolucionados, y éste es el principio en el que se fundamenta la salvación de todo el mundo. Hay, hasta cierto grado, la posibilidad de que en estos reinos espirituales aún inacabados: el reino humano, el reino de la sabiduría y el mundo divino del ser Tierra, se puedan encarnar hombres, seres de sabiduría y seres de intuición respectivamente, todos ellos acabados, de los organismos espirituales de los seres planeta más evolucionados que su semejante el ser Tierra. Estos seres de mundos más elevados sólo se encarnan excepcionalmente en la materia física, y se quedan, por consiguiente, en las esferas o reinos de la Tierra a los que han sido traslados temporalmente. Estos seres espirituales superiores trasladados al mundo espiritual de la Tierra no pueden dejar de fecundizarla con una cultura y un espíritu superior. Sin esta fecundización la evolución o el cambio desde un estado de conciencia más bajo hasta un estado más alto sería imposible. Estos seres cósmicamente conscientes u hombres acabados a imagen y semejanza de Dios, trasladados desde un mundo espiritual más alto al mundo espiritual de la humanidad terrena, forman aquí una comunidad cósmica permanente. Esta comunidad constituye el organismo más alto para un intercambio directo de conciencia entre Dios y la humanidad de la Tierra. Este organismo es el que dirige la salvación del mundo. Este organismo es el que gobierna y dirige la vida religiosa de toda la humanidad. Está detrás de todas las sectas y comunidades. Está detrás de toda creación cultural, de todo el arte y toda la ciencia. Está detrás de la luz y de la oscuridad, y dirige cada cosa conforme a su finalidad divina. Está detrás del cambio cultural actual y de la incipiente nueva época de redención del mundo. Es la revelación de Dios que todo lo ilumina como una Providencia omnisapiente, todopoderosa y que ama con amor universal. Es esta Providencia a la que se dirigen todas las oraciones, desde el grito de terror de los animales a la oración de Cristo en la cruz. Y todas las oraciones son oídas por esta Providencia. Pero no puede liberar a los seres de su karma oscuro, este karma es necesario para la evolución del humanitarismo o amor. Pero puede llenar al ser afligido con tanta fuerza y luz espiritual que su bienestar o humor pueden permanecer casi intactos durante las crisis de karma oscuro. Puede guiar y ayudar al hombre en cada una de las cosas que influye en su vida cotidiana. Esta Providencia divina está constituida por muchos seres, presentándose todos ellos a imagen y semejanza de Dios. No son seres que deben ser tratados como personas de rango o posición elevada. Al contrario, no tienen que tener nombre para no convertirse en un centro de adoración en lugar de la Divinidad. Constituyen el instrumento de manifestación y experimentación de Dios para con los hombres, y no la Divinidad misma. Por esto, la oración a Dios debe formularse y dirigirse directamente a este origen divino del universo, que aquí tiene un órgano adaptado y sentidos para el intercambio directo de pensamientos con el hombre de la Tierra.
6. La diferencia de perspectiva con respecto al espacio y el tiempo del macro y microser, y sus efectos
Al igual que la Tierra forma un organismo de tamaño macro-cosmico o inmenso con relación a los organismos de sus micro- seres, su pensamiento y la vida de su conciencia también son, naturalmente, de tamaño macrocósmico o inmenso. Ya que el organismo de la Tierra es de un tamaño que es millones de veces más grande que el organismo del hombre terreno, y la duración de su vida es, así mismo, millones de veces más larga que la vida física de un hombre terreno, un pensamiento de un ser del tamaño de la Tierra también será naturalmente, con relación al pensamiento de un hombre, de un tamaño inmenso o de una perspectiva macrocósmica. Aquí vemos que la percepción del espacio y del tiempo por el macroser es, así pues, de unas dimensiones muy distintas a la del microser. Mientras el macroser, en este caso la Tierra, experimenta una vida física, el microser, que aquí quiere decir el hombre, experimenta miles de vidas físicas. Un microser y un macroser se hallan así en la absoluta imposibilidad de intercambiar pensamientos o hablar el uno con el otro. Por esto, el hombre tampoco puede ni percibir ni experimentar en qué consiste el intercambio de pensamientos de la Tierra con otro ser planeta, ni él mismo tener una conversación con la Tierra. Su vida física es tan corta que moriría y se reencarnaría varias veces antes de que la Tierra hubiera empezado una conversación así. Por lo tanto, no es tan extraño que los hombres no vean los planetas y los mundos, los soles y las vías lácteas como organismos de seres vivos, o no vean que las estrellas en el cielo oscuro de la noche son órganos luminosos de seres gigantescos para la manifestación y experimentación de la vida.
7. El lenguaje de las estrellas
A través de la oscuridad de la noche, brilla y resplandece, viniéndonos al encuentro, la luz eterna de los cuerpos luminosos de seres gigantescos que se nos revelan como la omnipotencia, la sabiduría total y el amor universal que únicamente puede existir como la conciencia y la vida de un ser único que todo lo ilumina. Este ser que lo ilumina todo en absoluto, este ser, por encima del cual, al lado del cual o por debajo de cual no puede, por lo tanto, existir ningún otro ser y tampoco dentro o fuera de él, dado que representa en sí mismo todo lo que, en resumidas cuentas, existe, sólo puede ser la Divinidad eterna que todo lo ilumina. Aquí encontramos, por consiguiente, al ser al que los hombres, desde su primer incipiente principio, concibiéndolo y adorándolo bajo formas muy diversas, han rendido culto como su punto fijo o fundamento de su concepción de la vida, de la moral y del modo de ser, dirigidos y guiados por la redención del mundo. Mirar las estrellas en el oscuro universo es ver los órganos de Dios trabajando.
Es ver el macrocosmos poblado de seres vivos. Es ver nuestro pequeño mundo encerrado en el organismo de Dios. Estar encerrado en el organismo de Dios es lo mismo que estar bajo la protección de Dios.
8. Los impulsos del macroser se reflejan en el micromundo de su organismo
Como hemos indicado anteriormente, los hombres son microseres en el organismo del ser Tierra. Y a través de este organismo pasan impulsos espirituales del intercambio de pensamientos de este ser con sus semejantes los planetas. Tales impulsos son los que se encuentran en la base de las grandes religiones mundiales y de las distintas culturas que han nacido, han florecido y de nuevo han desaparecido y han sido seguidas de otros impulsos de conciencia creadores de cultura. De la misma manera, de nuestro intercambio de pensamientos o conversación con otros hombres, pasan impulsos espirituales a través de nuestro propio cuerpo físico hasta sus microseres. Este intercambio de pensamientos, si es un acceso de cólera hacia nuestro prójimo, envía impulsos, a través de nuestro organismo, en que se refleja la misma energía oscura que es de una naturaleza mortífera para los microseres. Si un hombre experimenta muchas decepciones y dificultades, esto crea también oscuridad en la mentalidad y en los impulsos de pensamientos del ser que fluyen por su organismo, y aquí pueden crear una depresión, una úlcera del estómago y el consiguiente debilitamiento. Dolor, melancolía y hastío de vivir en la mentalidad envían también impulsos, en los que se reflejan, a través del organismo y crean aquí debilitamiento, cansancio y mayor receptividad para las enfermedades. Si un ser experimenta algo muy alentador o que da mucha alegría, esta energía también se refleja en los efectos que envía a través del organismo. Estos efectos dan salud y vivifican de manera extraordinaria. Una risa verdaderamente sana lanza un impulso extraordinariamente sano y vivificante a través del organismo. Si un hombre se dedica a una afición o algo creativo que produce mucha alegría en su mente, esto lanza también impulsos fomentadores de salud o vivificantes a través de su organismo. Así pues, cada pensamiento o impulso de la mente, que atraviesa la mentalidad del ser, envía impulsos constructivos o destructivos a través de su organismo según el estado de su pensamiento o el estado mental en que se encuentre.
9. El macroser y el microser se condicionan mutuamente
Pero el organismo de un ser vivo no sólo existe únicamente para su origen. Existe también para ser habitáculo o espacio vital de microseres: órganos, células, moléculas y seres todavía más pequeños. Que estos microseres no pueden dejar de ser afectados por los impulsos del pensamiento o de la mentalidad del macroser que atraviesan el organismo, que, claro está, es su espacio vital o reino de existencia, es evidente. Los microseres normales del organismo son una condición vital para la existencia de éste. Por lo tanto, es evidente que los impulsos oscuros y malignos de los pensamientos y de la mentalidad que atraviesan el organismo son destructivos para las condiciones de vida de sus microseres. Y estos pequeños seres, con la destrucción de su vida y bienestar, no pueden llevar a cabo la misión de mantener el organismo, misión que es una condición para él, y así surge el estado del organismo que el macroser o su origen siente como enfermedad. De la misma manera surge, por supuesto, la salud, la fuerza vital y el bienestar en el organismo, cuando es atravesado por impulsos que reflejan los intercambios de pensamientos luminosos y felices del macroser con otros seres. Dado que la Tierra también es el organismo de un ser vivo, lo atraviesan, así mismo, impulsos luminosos y oscuros del intercambio de pensamientos de su origen con sus semejantes los planetas. Que no veamos este intercambio suyo de pensamientos con otros planetas sólo se debe claro está, como hemos mencionado, a que tiene lugar en una perspectiva macrocósmica que es miles de veces más grande que la perspectiva de percepción que es normal para nosotros. Pero aunque no podamos oír o ver estos intercambios de pensamientos de la Tierra con otros planetas o mundos, no estamos en absoluto imposibilitados de poder experimentar los efectos fruto de los reflejos que estos intercambios de pensamientos envían a los hombres que, en efecto, son microseres en el organismo del ser Tierra u organismo de nuestro macroser.
10. Los impulsos macrocósmicos reflejados y las energías básicas
Cuando estos impulsos cósmicos de la Tierra o nuestro macroser son de interés para nosotros, es a causa de la importancia extraordinariamente grande que han tenido y todavía tienen para la evolución de la humanidad. Vemos que esta evolución y la consiguiente religiosidad y creación de cultura, como ya hemos dicho, han sido dirigidas y guiadas por estos impulsos desde el incipiente principio de los seres en dirección a convertirse en hombres. Estos impulsos no se han formado como una transmisión de pensamiento consciente entre el macroser y sus microseres, lo que sería completamente imposible a causa de la diferencia tan enormemente grande de perspectiva de percepción de las dos partes. Pero esto no impide que estos impulsos puedan ser constatados como combinaciones diferentes de las seis energías de la conciencia, que conocemos como las energías básicas, cósmicas. Son las combinaciones de estas energías básicas las que crean toda conciencia. Siguiendo la evolución de la humanidad desde su incipiente principio y en adelante, podemos constatar directamente de qué energías básicas han estado combinados los impulsos reflejados por el macroser sobre los hombres en sus diferentes estadios evolutivos. Son impulsos que reflejan los impulsos de pensamientos conscientes del macroser con sus semejantes, los planetas, en su mesocosmos común. Y puesto que estos impulsos, como toda otra función de conciencia, sólo pueden formarse y existir como combinaciones de las seis energías básicas, no es tan extraño que los impulsos que refleja la conciencia o el intercambio de pensamientos de este macroser con sus semejantes mesocósmicos constituyan las mismas combinaciones de energía básica.
11. La redención del mundo y el principio mortífero condicionador de vida
La vida y el modo de ser de los hombres en sus primeras fases como hombres incipientes estaban basados en el principio mortífero. Los hombres, que eran brutales y bárbaros y no conocían nada en absoluto de humanitarismo, tenían que defenderse los unos de los otros. También tenían que defenderse contra los animales salvajes, además de que también tenían en gran medida que cazar y matar a los animales para usar sus organismos como alimento. Si había que guiar a estos hombres primitivos parecidos a los monos en moral y modo de ser, esto no podía ir en la dirección de cumplir el quinto mandamiento «no matarás». Tampoco podía ser en dirección a perdonar a su prójimo y dar la mejilla derecha cuando uno ha sido abofeteado en la izquierda. El fundamento más grande de la vida de estos seres era luchar y matar para, de este modo, defenderse e imponerse en un mundo de lo contrario tan hostil en este estadio de conciencia primitiva. Una guía en el modo de ser para estos seres tenía, por esto, que ser una que pudiera capacitarlos y alzarlos todavía más por encima de la situación de poder físico y de lucha en la que se encontraban. Es aquí donde el principio de la redención del mundo y sus ejecutores o redentores del mundo intervienen y toman a su cargo la dirección de la evolución posterior de los hombres en moral y modo de ser, sí, de todo su proceso de transformación de la oscuridad a la luz, de animal a hombre.
12. La primera época de la redención del mundo
Si miramos hacia atrás a la conciencia de los primeros hombres primitivos, podemos ver que principalmente es una combinación de «energía del instinto» que, hasta un cierto grado, dirige automáticamente la vida del ser. A esta energía hay que añadirle «la energía del peso» que constituye el fundamento de la capacidad de matar del ser, su talento de defensa y agresión que, en resumidas cuentas, es el fundamento de su subsistencia física. A esto hay que agregar luego un sentimiento primitivo o inhumano, es decir: venganza o sed de represalias. El sentimiento verdaderamente humano o amor no existe en este estadio evolutivo, aparte de la simpatía artificial que conocemos como enamoramiento, que mantiene su instinto de apareamiento y la consiguiente simpatía hacia su descendencia. La facultad de defenderse y atacar es la cuestión más fundamental de la vida de estos seres. Sólo pueden existir como microseres en un macroser cuya conciencia, hasta un cierto grado, es una combinación de las mismas energías básicas, pero, por supuesto, con un tamaño macrocósmico. Los impulsos que refleja un ser tal constituyen exactamente la atmósfera o energía de conciencia que puede ser la base de la vida de la primera forma mencionada de seres humanos. Pero para que pueda realmente convertirse en un estímulo, en conducta de vida o modo de ser para estos seres primitivos, tiene que transformarse en su pensamiento y concepto de la vida. Por lo tanto, son necesarios seres que directamente sean genios o competentes de manera muy particular en la práctica y el desarrollo de este modo de vida. Y como hemos mencionado, es aquí que los ejecutores de la redención del mundo comienzan a intervenir. Pero estos primeros ejecutores de la redención del mundo no necesitan ser seres altamente evolucionados con conciencia cósmica o conciencia de Cristo. Estos seres primitivos, que tienen que guiar y ayudar, van de camino hacia la esfera de la oscuridad para ser iniciados aquí en el contraste de la luz, es decir, la oscuridad. Sin la experiencia personal de este contraste, los seres nunca podrían ser el hombre a imagen y semejanza de Dios. Por consiguiente, la dirección, instrucción o redención del mundo de estos seres tuvo que ser una ampliación o un perfeccionamiento de su talento de defensa y ataque. Su perfeccionamiento para, a través del asesinato y el homicidio, poder elevarse en el mundo tan hostil en que vivían, y que precisamente se mantenía por medio de los impulsos que reflejaba el macroser de la misma combinación mortífera de energías básicas, era una condición vital absoluta. Y por esto, los seres no eran abandonados a sí mismos. Se encarnaron seres, que en forma de geniales jefes de tribu, hechiceros y similares estaban lo suficientemente avanzados en evolución para poder dar la instrucción y dirección necesarias en moral y modo de ser. Esta instrucción fue, precisamente, una dirección que llevó a los seres a comer del «árbol de la ciencia del bien y del mal». Y en la Biblia tenemos también el relato de la «serpiente que sedujo a Eva». Pero puesto que el disfrute del árbol de la ciencia del bien y del mal es una condición vital para alcanzar sabiduría sobre lo que es bueno y lo que es malo, impedir este disfrute significará, de este modo, que los seres no podrían obtener sabiduría. ¿Pero cómo puede un ser sin sabiduría, es decir, sin conocimiento del bien y del mal, convertirse en el hombre a imagen y semejanza de Dios? Este deseo y plan de Dios con respecto a la creación del hombre a su imagen y semejanza nunca podría así, sin la sabiduría mencionada, llegar a cumplirse.
Aquí es fácil ver que la «serpiente» no es ningún «demonio» que sedujo a «Eva» a hacer algo que estaba contra la voluntad de Dios. Al contrario, la serpiente liberó a Eva de la superstición que la envolvía y que decía que tenían que morir si comían del árbol de la ciencia del bien y del mal. La Biblia lo expresa de este modo: «Entonces la mujer dijo a la serpiente: del fruto del árbol del paraíso, dijo Dios: no comáis y no toquéis, para que no muráis. Entonces dijo la serpiente a la mujer: no moriréis; más sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos y seréis como Dios y conoceréis el bien y el mal.» (1Mos. 3, 2-5). Aquí vemos que la serpiente era uno de los ejecutores de la redención del mundo. Aquí, como en las épocas de evolución posteriores, tenía la tarea de conducir a los hombres por el camino correcto. Es verdad que la serpiente era un redentor del mundo al servicio de la oscuridad, cuya misión era, por consiguiente, una condición vital para que la creación del hombre por Dios a su imagen pudiera hacerse realidad. La serpiente era así pues, de manera inalterable, un representante de la redención del mundo y, de este modo, de la creación del hombre a imagen de Dios. Cuando la Biblia expresa a este representante de la redención del mundo como «serpiente» y expresa que «la serpiente era más astuta que los otros animales salvajes del campo…» (1Mos. 3.1.), esto simboliza, precisamente, que la serpiente era un representante de la iniciación de los seres en la oscuridad. Esta iniciación abre la puerta a la luz eterna de los mundos espirituales más elevados de la vida. Pero la Biblia se dirige a hombres que todavía no sospechan qué es la oscuridad o no pueden entenderla de otra manera que como algo que no puede ser otra cosa que simplemente la enemistad y la persecución de Dios y de los hombres por un ser demoníaco. Una humanidad que no conocía nada en absoluto de la naturaleza verdadera de la oscuridad y la necesidad de la facultad de poder experimentar la luz, tenía, claro está, que tener una interpretación de la oscuridad adaptada a su primitiva inteligencia y que pudiera satisfacer, por el momento, sus preguntas en este campo. Con tal motivo, este revestimiento simbólico de la verdad. «La serpiente» era el redentor del mundo al servicio de la oscuridad. «Eva» no era únicamente una expresión para «la mujer» o los seres femeninos. El concepto «Eva» era, al contrario, una expresión para los seres unipolares, lo cual quiere decir, los «seres de sexo masculino» y los «seres de sexo femenino». Estos seres constituían una contradicción al «Adán» de la Biblia que es la expresión de seres bipolares. «La creación de Eva» expresa exactamente la transformación de «los seres Adán» en «seres Eva», que era la condición absoluta para que «la caída del primer hombre», es decir, «el disfrute del árbol de la ciencia del bien y del mal», pudiera tener lugar. Adicionalmente puedo remitir aquí a mi obra «Livets Bog». En ella, análisis cósmicos muestran la verdad eterna totalmente desnuda o sin disimulos con respecto a la oscuridad y la luz, y que ambas son igualmente necesarias para que el ser, en resumidas cuentas, pueda tener conciencia, facultad de pensar, y la consiguiente experimentación de la vida y el consiguiente modo de ser.
13. La segunda época de la redención del mundo
El disfrute del árbol de la ciencia del bien y del mal por los hombres, y la consiguiente ampliación de su conciencia y su mayor habilidad en lo que atañe a la base oscura de su vida o principio mortífero los hicieron receptivos para un esfuerzo aún más grande de instrucción por parte de la redención del mundo. De este modo, podían recibir una interpretación todavía más vasta de los impulsos de pensamientos oscuros reflejados por el macroser. Y ejecutores más avanzados o más evolucionados de la redención del mundo se encarnaron en la Tierra e hicieron avanzar a los hombres en el campo oscuro del principio mortífero. Y siguieron fluyendo nuevos macroimpulsos reflejados por el macroser a los hombres e hicieron posible la continuación de la redención del mundo. Estos impulsos todavía eran una combinación de energía del instinto, energía del peso, sentimiento inhumano y, por supuesto, también del estado de apareamiento, que aquí domina la manifestación y la experimentación de la vida de los seres. El instinto de los seres comenzó a originar la facultad religiosa. Comenzaron a presentir que tenía que haber fuerzas superiores o dioses tras la existencia física. Su instinto religioso les permitió también presentir que había una existencia y un mundo espiritual tras la existencia física, en que se continuaba viviendo después de la muerte física. Y aquí tenían su morada los seres supremos o dioses. Este presentimiento religioso surgió automáticamente a causa de su instinto, y no surgió en absoluto a causa de ninguna influencia intelectual de fuera ni de ninguna fantasía libre sin base en la realidad. Este presentimiento surge, así pues, de una manera puramente orgánica. Es un «presentimiento», y en su ulterior desarrollo un «sentimiento» que surge automáticamente en la psique o conciencia de todos los hombres en su primer e incipiente comienzo de existencia humana. Pero no pueden imaginarse cómo es esta estructura espiritual del mundo, y tampoco pueden imaginarse la existencia que hay después de la muerte. No tenían una mente tan evolucionada. Este presentimiento religioso no les daba ningún conocimiento espiritual, real ni ninguna idea detallada sobre estos poderes superiores y sobre la existencia espiritual después de la muerte. Pero este presentimiento religioso les daba la facultad de creer en las afirmaciones de las autoridades. Creían ciegamente en las autoridades, exactamente como el niño pequeño cree ciegamente en lo que dicen sus padres como algo natural, sin tener la facultad de poder controlar de alguna manera lo correcto de estas afirmaciones. Del mismo modo que los niños tienen que tener padres u otros mayores que ellos para darles las respuestas necesarias a su hambre de aprender o a las primeras preguntas de importancia vital surgidas, los hombres, en sus épocas primeras de desarrollo incipiente, también tienen que tener seres mayores en la evolución para responder a las preguntas o al hambre de conocimiento que surgen en estas etapas de su evolución, pero que ellos, a causa de su falta de desarrollo y facultad de percepción inacabada, no podían responder o comprender por sí mismos. Y así aparece el principio de la redención del mundo como una especie de principio progenitor cósmico, dado que sus ejecutores o los redentores del mundo tienen, precisamente, la misión de instruir y dirigir a los hombres aún muy niños e inacabados por lo que respecta a la evolución y darles respuestas adecuadas a sus preguntas de importancia vital o a su hambre de conocimiento. El presentimiento anteriormente mencionado sobre la existencia de poderes superiores no es en absoluto nada adquirido de fuera. Este presentimiento habría crecido en el hombre aunque hubiera estado aislado totalmente de otros hombres. Pero no podían imaginarse la estructura y aparición de estos poderes superiores en forma de ninguna explicación o análisis detallado. Presentían simplemente que existían. Pero este fuerte presentimiento suyo les daba, como hemos mencionado, la facultad de creer en autoridades. Y esto tuvo por efecto que los ejecutores de la redención del mundo pudieran guiarles y responder a sus preguntas y darles maneras detalladas de concebir estos poderes superiores y el mundo espiritual con una interpretación aceptable, adaptada a su conciencia y estadio evolutivo. Esta interpretación tenía que formarse a partir de la conciencia secundaria de la Divinidad. Los poderes superiores tenían que ser seres que ejecutaran hasta su punto culminante y de una manera genial el modo de ser que los hombres mismos manifestaban. Tenían que tener gran experiencia en la práctica del principio mortífero. Tenían que ser los vencedores máximos que podían oprimir, matar o destruir a sus enemigos y apoderarse de sus bienes y del lugar en que vivían. Estos seres supremos o dioses eran concebidos como los seres ideales más elevados en estos estadios evolutivos del principio mortífero. Eran seres a los que se podía pedir ayuda cuando uno estaba a punto de sucumbir en la lucha y en el comportamiento mortífero. Estos seres fueron, con el tiempo, considerados como dioses o seres sobrenaturales. En nuestra mitología nórdica sobre el Valhala y sus dioses tenemos ejemplos de seres en este estadio evolutivo y de esta adoración de dioses. Aquí el gran ideal era, claro está, matar y ser uno mismo matado para, precisamente, ir a este paraíso de la residencia de los dioses o cielo. Para nuestros vikingos nórdicos el principio del poder, del asesinato y del robo también eran virtudes religiosas, presentadas como comportamiento práctico por los ejecutores de la redención del mundo.
14. La tercera época de la redención del mundo
A medida que los hombres basaban más y más su vida en el principio mortífero, y tenían el asesinato, homicidio y robo como fundamento de la vida, esta existencia tenía, por supuesto, que debilitarse poco a poco a sí misma. Según la ley del karma o de la causa y efecto, se cosecha lo que se ha sembrado, lo que significa que lo que se hace contra otros de bien o de mal, se recibe, de modo correspondiente, de regreso como bien o mal. Y los hombres tuvieron, cada vez más, que ser perseguidos y matados, ya que ellos mismos, cada vez más, perseguían, mataban y destruían la existencia de otros hombres. Hacer del principio mortífero, de matar a otros y ser matado uno mismo, el mayor ideal sólo puede ser la culminación del sabotaje contra la propia vida. Que este gran sabotaje contra sí mismo y otros no podía continuar, es natural. Con el tiempo, todo este karma oscuro engendró en el ser una facultad humana incipiente. Los seres comenzaron a estar saciados de esta religiosidad y gloria heroica del principio mortífero. Comenzaron a anhelar una existencia humana. La forma de vida pagana o forma de vida oscura sin humanidad degeneró. Y comenzaron a ser receptivos para los ideales humanos. Los hombres todavía eran, en gran parte, guiados por la facultad del instinto, la energía del peso y el sentimiento inhumano y la religiosidad inhumana con sacrificios de animales y hombres a los dioses. Pero el karma de muerte oscuro y lleno de sufrimientos, consecuencia de este modo de ser, tenía de bueno, como ya hemos mencionado, que dio lugar al nacimiento de la facultad humana en la mente o psique del ser. Y los impulsos microcósmicos reflejados eran también de una combinación de energías básicas más altas. Y así surgió la posibilidad de una nueva época de la redención del mundo. En esta nueva época, los ejecutores de la redención del mundo comenzaron a formar y guiar a los hombres hacia una nueva concepción de la vida, en la que el humanitarismo era el ideal más grande. Y se encarnaron unos redentores del mundo, entre ellos Buda, Cristo y Mahoma. A través del cristianismo se reveló el amor al prójimo como el cumplimiento de la ley de la vida y el camino de los hombres hacia un modo de ser más profundo y más luminoso. Un nuevo y más elevado impulso reflejado por el macroser pudo ser transformado por los redentores del mundo para las religiones mundiales: el budismo, el cristianismo, y el islam , todavía existentes. A través de estas religiones, que, por consiguiente, constituyen impulsos reflejados por el macroser transformados en palabras y lenguaje humano por los redentores del mundo, fueron los hombres, de este modo, guiados hasta nuestro tiempo.
De estas tres religiones mencionadas, el cristianismo, salido de la boca del redentor del mundo, tiene un nivel tan elevado que, por medio de él, la humanidad va a ser guiada hasta su estado totalmente terminado como la humanidad a imagen y semejanza de Dios. A causa de su muy alto nivel cósmico, su instrucción y dirección de la humanidad tiene que extenderse a lo largo de dos épocas de la redención del mundo. La primera de estas épocas constituye la que durante casi 2000 años ha guiado a miles de hombres en dirección hacia la evolución del humanitarismo o amor al prójimo, que, a su vez, es lo mismo que la irradiación primaria de Dios, a saber, el amor universal. El cristianismo o las otras religiones mundiales todavía existentes no han llevado, así pues, a la humanidad al final del trayecto con respecto a su perfeccionamiento total como humanidad a imagen y semejanza de Dios, lo que tampoco era su objetivo. Y una nueva y última época de la redención del mundo ya ha empezado a hacer su entrada.
15. La cuarta época de la redención del mundo
Estamos ahora en el siglo veinte que va a ser un hito en la historia religiosa de la humanidad. Se reflejan unos macroimpulsos muy fuertes que atraviesan a la humanidad y ya han causado una gran transformación en su mentalidad. Puesto que nuestro macroser, la Tierra, está viviendo la etapa inicial del gran nacimiento, no es tan extraño que tenga una gran actividad de pensamiento o intercambio de pensamientos con sus semejantes los planetas de su propio mesocosmos. Estos intercambios de pensamientos tan elevados con planetas semejantes a ella constituyen, de manera especial, combinaciones de energía básica de la inteligencia y del sentimiento que, hasta cierto punto, a través de la bipolaridad de la Tierra se presentan como sentimiento intelectualizado que, a su vez, es lo mismo que puro amor. Pero este macroimpulso que se refleja contiene mucha energía de la intuición. Como hay varios hombres de la humanidad de la Tierra que están tan avanzados en su evolución que pueden recibir directamente débiles impulsos intuitivos del macroimpulso que se refleja, esto ha resultado en una evolución muy forzada de inventos materiales y creación. Pero como estos seres en cuestión no han estado tan evolucionados con respeto al humanitarismo como para poder recibir informaciones intuitivas en el campo puramente cósmico o espiritual, y como, al mismo tiempo, a causa de una inteligencia desarrollada no podían seguir creyendo en el cristianismo, se volvieron materialistas y sin ninguna concepción real de la Divinidad. Estos seres fomentaron una creación materialista extremadamente grande. Y como se construyeron escuelas y centros de enseñanza en gran escala para el desarrollo de este conocimiento materialista y facultad creadora, una gran parte de los hombres de la Tierra se ha vuelto materialista y atea.
Y la humanidad fue provista, en período de tiempo fabulosamente corto, con un mar de bienes materiales. Las máquinas, desde máquinas excavadoras hasta cerebros electrónicos, son hoy algo natural. Pero nuevas y todavía más fabulosas invenciones están de camino. Aparatos y objetos electrónicos, que el hombre hoy casi no se puede imaginar, van a aparecer y a ser algo natural. Fábricas que pueden crear fábricas, máquinas que pueden crear máquinas, que con artificiosas estructuras automáticas combinadas sólo necesitan un grado casi microscópico de manejo o vigilancia humanos, también van a ser corrientes.
El nuevo macroimpulso que se refleja fomenta, de este modo, la evolución de los hombres en genios de la creación materialista, esto es también un eslabón necesario del plan de creación divino. Los hombres no pueden ser perfectos antes de haber experimentado tanta oscuridad que, con el consiguiente karma oscuro o estado de sufrimiento, haya desarrollado tanto su facultad humana que su amor al prójimo sea total. Como el mensaje del cristianismo no estaba destinado a seres que acentuaban fuertemente la inteligencia, tenía forzosamente que perder su fuerza como fundamento de la vida para los seres, según se hacían más intelectuales o acentuaban la inteligencia. Por esto, se hicieron materialistas o ateos. Ya no tenían la facultad de creer en autoridades. Y tampoco tenían por sí mismos la facultad de encontrar el camino a través del misterio de la vida. Se aferraban a lo que con sus sentidos físicos podían conocer como hechos reales o evidentes. Lo que existía además de esto, como la Divinidad eterna, el mundo espiritual, la inmortalidad de los seres y el amor total al prójimo como fundamento de la vida, no podían concebirlo como realidad. Por esto, la materia física se convirtió en el objeto fundamental de su inteligencia y su percepción. Por consiguiente no es tan extraño que se convirtieran en expertos en la investigación de esta materia y en someterla a su control. Y como mencionamos antes, esto ha dado a la humanidad grandes bienes por lo que respecta al conocimiento material, además de máquinas y aparatos para facilitarle su vida física, cotidiana. Y, de este modo, encontramos aquí, en el nuevo macroimpulso que se refleja una rama del tono fundamental del universo, el amor, que ha empezado a crear una nueva época de la redención del mundo.
Pero aunque los hombres han estado tan evolucionados que la redención del mundo ha podido llevarlos a ser instrumentos para la creación de bienes más o menos vitales para la humanidad, esto no es ninguna garantía para que, con su gran conocimiento y capacidad material, no puedan también crear e introducir en la humanidad fenómenos peligrosos o mortales. Desde hace mucho tiempo es un hecho que la humanidad, precisamente, ha podido multiplicar su facultad de matar y destruir millones de veces. Puede destruir ciudades millonarias enteras con su población y sus tesoros culturales en el curso de unos segundos. Y puesto que los seres en cuestión, con una capacidad tan grande de matar y destruir, es decir, una capacidad de sabotear y exterminar a toda la humanidad, al mismo tiempo son materialistas ateos, no creen en el mundo espiritual y, por consiguiente, tampoco en la moral del amor puesta de relieve por los redentores del mundo, el amar a su prójimo como a sí mismo no parece que sea especialmente digno de confianza para los hombres. ¿Cómo se puede calificar a unos seres con una capacidad de matar tan enorme, una capacidad de matar que se basa en millones de caballos de fuerza? No se les puede llamar «animales», porque los animales no tienen una capacidad de matar tan gigantesca y antinatural. Tampoco podemos llamarlos «hombres» ya que «el hombre acabado a imagen y semejanza de Dios» no puede matar en absoluto. Sólo puede irradiar amor a todo y a todos. Por lo tanto, sólo podemos llamar a los seres en este estadio evolutivo «seres diabólicos». No es para decir nada negativo sobre los seres en cuestión que utilizamos esta expresión, al contrario, sólo es para expresar este estado mental especial con la vieja expresión que usa la Biblia. Cuando la Biblia utiliza la palabra «diablo», es para expresar exactamente el estado de conciencia que es una oposición culminante a la conciencia de los seres que culmina en la luz. Y la experiencia de la culminación de la oscuridad es una condición vital para poder experimentar la culminación de la luz.
Cuando este materialismo y ateísmo creciente puede tener lugar en la religión cristiana universal, esto sólo se debe a que los hombres materialistas en cuestión se han liberado evolucionando de la interpretación con acento en el instinto y el sentimiento, con que el redentor del mundo Cristo tuvo que revestir su elevada proclamación de la luz eterna para, en resumidas cuentas, poder encontrar interés y receptividad para ella. Pero a medida que los hombres, a causa del nuevo macroimpulso que se reflejaba, comenzaron a desarrollar fuertemente su inteligencia dándole cada vez más importancia, y, por esto, de manera correspondiente, no podían aceptar la interpretación de Cristo con acento en el instinto y el sentimiento, que no estaba en absoluto prevista como material para explicaciones de tipo intelectual, y como no tenían una facultad humana tan evolucionada que pudiera engendrar la intuición, tenían que volverse materialistas y ateos. Por consiguiente, no ayuda que los hombres tengan una buena inteligencia si no tienen una facultad de humanitarismo o amor avanzada y una facultad incipiente de intuición. Por lo tanto, podemos ver lo que le espera a la humanidad en la nueva época de la redención del mundo para que pueda ser dirigida de modo que avance en su perfeccionamiento o creación a imagen y semejanza de Dios. Le falta una posterior evolución en humanitarismo o amor al prójimo. Y le falta una ciencia sobre la estructura espiritual o cósmica de la vida o, en resumidas cuentas: la solución total del misterio mismo de la vida. Lo único que puede hacer evolucionar a los hombres en humanitarismo o verdadero amor al prójimo, que también puede denominarse amor universal, es el karma de regreso del modo de ser más o menos inhumano y sin amor que uno ha manifestado en sus vidas terrenas anteriores. Por esto, no es tan extraño que el nuevo macroimpulso que se refleja haya impulsado de manera forzada el movimiento del karma oscuro o desencadenamiento de destino de los hombres. Dos grandes guerras mundiales con océanos de sufrimientos violentos, mutilaciones, invalidez, enfermedades, hambre, miseria, falta de hogar y muerte no natural para millones de hombres ya han tenido lugar en este siglo. Y enormes preparativos para una próxima guerra gigantesca ya están en marcha. Estos grandes desencadenamientos de karma no son ni un «castigo» ni una «venganza» de un Dios «encolerizado». Son, al contrario, efectos acumulados del propio modo de ser erróneo de los hombres durante varias vidas precedentes que hay que reparar. Son, por lo tanto, los efectos de los sufrimientos que cada uno de los hombres en cuestión ha causado a otros seres en dichas vidas precedentes. Estos desencadenamientos de karma tienen el efecto de que cada vez levantan al ser a un nivel humano más elevado y a la consiguiente ampliación de conciencia. Qué divina es la estructura de la vida o del karma. Un hombre puede hacerle daño a su prójimo. Los efectos de este mal los recibe de regreso como destino. Y cuando los recibe de regreso como destino, contribuyen a formar la facultad humana o facultad de amar, la facultad que hace del ser el hombre a imagen y semejanza de Dios. Si el ser practica el bien con su prójimo, recibe por supuesto en la misma manera los efectos de este bien como destino. Fíjense que justicia se revela aquí también. El ser no puede experimentar otro mal que el que él mismo ha desencadenado o del que él mismo es la causa absolutamente primera. Uno es, por lo tanto, el único que decide totalmente si su destino se presenta como luz u oscuridad. Por esto, el hombre tiene que aprender a conocer la diferencia entre bien y mal. ¿Cómo podría, si no, ser capaz de crear un modo de ser perfecto y, con ello, un destino perfecto para sí mismo? Y esta sabiduría sólo la adquiere fundamentalmente por medio de los efectos del karma de sus actos. Los hombres van a encontrar ahora, en la nueva época de la redención del mundo, grandes efectos de karma oscuro de las muchas desdichas, guerras, sufrimientos y muerte no natural que han causado a hombres y animales durante vidas precedentes, esto es, precisamente, para que, a través de la experiencia personal, puedan llegar a conocer la diferencia entre bien y mal.
Pero todo este sufrimiento no valdría para nada en absoluto, si no estimulara la evolución del sentimiento humano. En la misma medida en que el sentimiento evoluciona, en esa misma medida su origen no puede tener corazón para hacer daño a otros seres. Pero esta facultad no le da al hombre conocimiento teórico, y sin conocimiento su facultad humana puede desviarse en mayor o menor grado. El simple sentimiento humano sin lógica o dirección inteligente puede ser objeto de abuso y convertirse en un despliegue sin sentido que hemos denominado «bonachonería o candidez». La facultad humana tiene de bueno que engendra en su origen un gran interés por preguntas sobre el bien y el mal, sobre las que siente es de importancia vital recibir respuesta. Es esta actitud la que hace al ser receptivo para la redención del mundo. En esta redención del mundo del siglo veinte, no se trata de una parte de la humanidad, sino de toda la humanidad.
Esta humanidad va a alcanzar la madurez o a estar predestinada para recibir la verdad eterna en una forma no velada como ciencia cósmica. Y una ciencia es un hecho. Un hecho es un hecho para todos los seres que puedan entender su análisis. Ya hemos visto, cómo los macroimpulsos que se reflejan han puesto en movimiento los desencadenamientos de karma oscuro de la humanidad. Y también podemos ver que la humanidad, salvo las dos guerras mundiales y otras desgracias y sufrimientos que ha experimentado en este siglo, todavía va a experimentar algunos desencadenamientos de karma no demasiado benignos. Los hombres todavía no han llegado a poder perdonar a su prójimo setenta veces siete veces. Y mientras esto no tenga lugar, la humanidad vivirá en guerra y en su oscuro karma de retorno. Y hoy, ¿no están los hombres, precisamente, los unos delante de los otros armados con una capacidad mortífera y mutiladora tan exagerada que eventualmente podrían exterminar a casi todo lo vivo sobre la faz de la Tierra, si tuvieran libertad para desencadenar esta gigantesca capacidad de muerte y destrucción, y si en su falta de conocimiento llegaran a creer que esto era necesario?
¡Pero no hay nada que temer! La Tierra es un ser que ha comenzado «el gran nacimiento». No tiene ningún karma de muerte en particular. Por esto, no puede sufrir ninguna muerte no natural. Su organismo, que, claro está, es nuestro macrocosmos, no va a sucumbir a ninguna invención humana de explosiones atómicas, fuego e incendio. Tiene sus microseres bajo control. Pero la experimentación del gran nacimiento hace que su pensamiento tenga una actividad extraordinariamente grande. Los impulsos que surgen de aquí forman, como ya hemos mencionado, impulsos reflejos que atraviesan a la humanidad. Puesto que estos impulsos son de un carácter muy intelectual, lo que aquí quiere decir que ponen de relieve el aspecto humano, intelectual e intuitivo, no es tan extraño que hayan influido sobre la actividad de la humanidad y hayan acelerado su ritmo. Lo que en particular ha influido sobre los hombres es la parte de los impulsos reflejados, que acentúan la inteligencia. Dejando aparte los muchos bienes materiales, ha puesto a los hombres en condiciones de producir, también los ha puesto en condiciones de provocar la enorme multiplicación de su capacidad destructiva y mortífera. Éste es el último gran campo de la conciencia de los hombres poco desarrollados o inacabados. Esto muestra que los hombres, a pesar de las religiones mundiales y el cristianismo, aún basan su vida en el principio mortífero. Es la última gran barrera o el último gran obstáculo para el nacimiento del reino humano totalmente perfecto en la Tierra. Como la Tierra ahora está a punto de experimentar el gran nacimiento, se da por descontado que su organismo tiene que ser llevado a estar en contacto con él. Como la Tierra está a punto de convertirse en el ser acabado a imagen de Dios, no debe continuar viviendo en un organismo que sólo está adaptado a un ser inacabado o primitivo. Por lo tanto, ahora ha llegado la época en que la actitud de los hombres hacia el principio mortífero tiene que cambiar totalmente, de modo que la barrera, que hasta ahora ha mantenido a los hombres fuera del reino humano acabado o perfecto, pueda hacerse desaparecer. Sin embargo, esta barrera sólo puede desaparecer por medio de dos cosas, a saber: el amor al prójimo y la ciencia cósmica o espiritual. El amor al prójimo sólo pueden adquirirlo los hombres a través de los efectos oscuros de su karma, y la ciencia cósmica o espiritual la reciben de la redención del mundo. Como no hay espacio aquí para una explicación más detallada del venidero karma oscuro, que los hombres van a experimentar en la nueva época de la redención del mundo, sólo voy a mencionar que va a venir en unos pocos impulsos. Habrá un intervalo entre cada impulso con acceso al despliegue de humanitarismo y karma luminoso. Estos impulsos de karma oscuro de los hombres serán de una naturaleza tal que los hombres serán alejados totalmente de la política del principio mortífero. Los hombres se encontrarán en una situación en que su única salvación material será «Los Estados Unidos del Mundo» con un gobierno común para todos los estados existentes. Aquí tengo que remitir al capítulo 4 de «Livets Bog». Con este gobierno mundial básico, el principio mortífero como factor de poder será totalmente suprimido del modo de ser de los hombres y del orden mundial. La verdadera época de paz mundial habrá empezado con ello.
A medida que los hombres pasen por los efectos de su karma oscuro y, por consiguiente, se hagan más humanos, cambiará la estructura de sus polos y amarán con amor universal, estarán predestinados a vivir en una zona de conciencia mucho más alta. Y, de este modo, después de haber dejado los terrenos oscuros del materialismo, el ateísmo, la guerra y los sufrimientos, van a encontrar aquí la redención del mundo del siglo veinte en forma del «intercesor, el espíritu santo» prometido por Cristo. ¿Qué o quién es el «el intercesor, el espíritu santo»? Es el fundamento que soporta la nueva redención del mundo prometida por el redentor del mundo, Jesucristo. Es una continuación ampliada de su predicación o revelación del «camino, la verdad y la vida» presentada y adaptada a una humanidad intelectual y que pone acento en la intuición. Es una revelación de la propia imagen eterna del universo, presentada en una manifestación de análisis cósmicos en lenguaje hablado, escrito, y por medio de símbolos. Es una revelación de la solución del misterio de vida, y, con ello, el resultado más alto que existe o puede existir. Es una revelación de la existencia de una Divinidad eterna. Es una revelación de la inmortalidad de los seres vivos. Es una revelación de que el tono básico del universo es el amor. Es una revelación de que cada ser vivo es el señor de su propio destino. Es una revelación de que la luz y la oscuridad son igualmente condicionadoras de vida para toda creación de conciencia, y que la oscuridad, igual que la luz, forma parte de la conciencia de la Divinidad. La oscuridad es la conciencia secundaria de la Divinidad, mientras que la luz es la conciencia primaria. Es una revelación de que hay que amar a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a sí mismo. Es una revelación de que la redención del mundo y sus ejecutores o redentores del mundo son los instrumentos orgánicos más elevados para el intercambio directo de pensamientos entre Dios y los seres vivos, y que la Divinidad, a través de estos prominentes seres, guía y dirige toda la creación del hombre a su imagen y semejanza. Es «el intercesor, el espíritu santo». El intercesor, el espíritu santo no es, así pues, un hombre que va a venir a los hombres, y en el que tienen que creer o al que tienen que adorar como un Dios, sino, al contrario, un conocimiento del que van a adquirir conciencia.
Puesto que espíritu es conocimiento y pensamientos, el espíritu santo es lo mismo que conocimiento y pensamientos santos. Pero conocimiento y pensamientos santos sólo pueden ser la verdad absoluta sobre Dios. Y, por consiguiente, es este conocimiento el que va a enseñarles a los hombres todas las cosas y recordarles todas las cosas que Cristo ha predicado. Es el espíritu de la verdad que los hombres no pueden ver o conocer mientras estén dominados por el principio mortífero. Este conocimiento es el regreso de Cristo a cada alma que ama a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo. Es el hijo pródigo que ha vuelto a su padre. Es el hombre a imagen y semejanza de Dios. La redención del mundo ha tenido así lugar de manera satisfactoria.
Escrito como artículo para la revista Kosmos en 1966. Título original: De kosmiske kræfter bag verdensgenløsningen. Traducción Mette Skøt y Martha Font. ID de artículo: M1100.
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