M1190
Cristo y la imagen del universo
por Martinus
1. Para Cristo, el principio de padre e hijo fue una relación personal con Dios
A través de la propia narrativa de la vida o de la naturaleza, se pueden elaborar los principios esenciales o básicos del universo. Puede ser interesante ver cómo Cristo percibió la imagen del universo. Aquí debemos ignorar todas las ideas paganas que en los últimos tiempos se han acumulado en torno a las declaraciones personales de Jesús y todos los malentendidos de su percepción de la vida y su actitud ante ella que gradualmente se han vuelto esenciales para el cristianismo, por lo que se ha convertido en algo diferente de lo que la enseñanza y el mensaje de Cristo fueron para la humanidad realmente.
Sabemos que la característica esencial de su visión de la vida era el principio de padre e hijo. Fue la primera persona que declaró y vivió según este principio. Muchos ya habían empezado a hablar de un solo Dios en lugar de los muchos dioses adorados originalmente, pero nadie había llegado tan lejos en la experiencia personal como para que la relación con Dios se hubiese convertido en un principio de padre e hijo. Nadie entendió como él, que el ser vivo es un hijo eterno de un padre eterno, y nadie parecía tener al padre consigo en todas las cosas de la existencia diaria como él. Vivió en conversación y contacto permanente con este padre, y en oración eterna a él.
2. Nuestro yo tiene una relación muy íntima y mutuamente dependiente con nuestros microseres, al igual que éstos deben estar en estrecho contacto con las funciones de nuestro organismo
A través de los análisis cósmicos hemos entendido que la imagen del universo constituye tal principio de padre e hijo. En virtud del hecho de que el universo es un organismo grande, vivo y funcional para un yo eterno, y que este organismo está formado por todos los seres vivos existentes que son microseres dentro de él, este yo, este «algo» que experimenta, se convierte en un Padre para los seres vivos del universo de la misma manera que nuestro yo es un padre y protector para el micromundo y los seres en nuestro organismo. Entre nuestro yo y nuestros microseres, nuestras células, átomos y electrones, existe una relación muy íntima y mutuamente dependiente que nos obliga a cuidar bien de estos micro-seres si deseamos vivir en un bienestar físico saludable. Por su parte, los microseres también están obligados a llevar una vida que esté en contacto con las fuerzas de la Naturaleza y las leyes naturales que representan las funciones de nuestro organismo en su micromundo. Si ocurre lo contrario, se enferman y crean enfermedades a su alrededor.
3. Nuestros microseres pueden, como nosotros, desviarse conscientemente de sus funciones y despliegue normal de la vida en aquellos campos que están bajo el control de su voluntad consciente
Ahora, uno quizás sostendrá que los microseres no tienen entendimiento y por sí mismos no pueden decidir nada sobre la medida en que estarán o no estarán en contacto con aquellas condiciones que son aplicables para su presencia en el organismo. Pero a esto se puede decir que los hechos muestran que los microseres en un organismo pueden comenzar a trabajar repentinamente de una manera totalmente diferente de la que de otra manera es normal en un organismo que pertenece a alguien que vive de manera saludable, visto desde un punto de vista puramente físico. Por lo tanto, no es imposible que personas que comen y beben de manera muy saludable y que son muy higiénicas, sin embargo, tengan mala salud. Pero, ¿cómo se produce esto? Aquí, la causa más profunda se debe al hecho de que los microseres son capaces de desviarse de su modo de vida normal a pesar del macroyo del organismo. ¿Son estos microindividuos conscientes entonces en esta desviación de la norma, esta violación de las leyes de su mundo? Sí, ¿por qué nuestros microseres no pueden ser conscientes en su vida diaria tanto como nosotros somos conscientes en nuestro despliegue diario de la vida? Después de todo, también somos microseres en un organismo más grande, y el yo de este organismo tendría el mismo derecho de decir que nosotros, sus células, no somos conscientes en nuestra vida diaria. Pero esto, por supuesto, no sería la verdad. ¿Por qué nuestros microseres no podrían desviarse tan conscientemente de sus funciones y despliegue normal de la vida como lo hacemos nosotros? ¿No es, por lo demás, un hecho que en esas funciones que los seres no tienen bajo el control de su voluntad de conciencia diurna, y que, por lo tanto, son promovidas por el instinto, no ocurren normalmente excesos? Aquí la función normal es absolutamente predominante. ¿No es precisamente allí donde el ser puede usar su voluntad que surgen las anomalías y se promueven? Esto es válido para las personas que son microseres en los macroorganismos de la tierra, el sistema solar y el sistema de galaxias, y también es válido para aquellos microindividuos que viven su vida diaria con nuestro organismo como su universo. En el más alto grado es ilógico y no científico negar que los microseres tengan conciencia diurna y el uso de la voluntad y participen en las decisiones de sus funciones diarias y puedan vivir en excesos o vivir normalmente a su propia discreción. Pero ¿cómo puede uno proteger su salud cuando una persona que ya vive de manera saludable e higiénica desde un punto de vista físico a pesar de eso puede verse afectada por enfermedades? Aquí, precisamente, hemos llegado a un campo donde la ley del karma ya no es simplemente un problema de salud física, sino una cuestión de moralidad.
4. Como somos hacia nuestros semejantes, nuestros microseres son hacia nosotros: esta es la ley del karma
La razón por la cual los microseres son capaces de crear desarmonía en un organismo cuyo dueño o macroyo vive una vida físicamente saludable se encuentra sólo en un lugar: en el comportamiento del ser humano como microser en su macroorganismo o universo. Si el ser humano crea armonía y bienestar para sus semejantes en este macroorganismo, si ama a su prójimo como a sí mismo y al mismo tiempo vive una vida saludable desde un punto de vista físico, entonces los microindividuos que no están en la misma longitud de onda que las leyes cósmicas desaparecerán gradualmente de su organismo, y en su lugar se encarnarán individuos o células y átomos más elevados, más desarrollados y con una mente más armoniosa. Pero si el mismo ser humano persigue a su prójimo y hace su vida insoportable, oscura y triste con enojo, acidez y amargura, entonces él mismo es como una célula que esparce veneno en la carne y la sangre de su macroorganismo y no un microorganismo que da vida, y lo mismo llegará a suceder para aquellos microseres que se encarnan en su propio organismo. Son venenosos, insalubres y peligrosos para los demás microseres y, por lo tanto, para la salud y el bienestar del conjunto. Es evidente que, como microser en un organismo, uno no debe asesinar o dificultar la vida a los demás microseres en el mismo macroorganismo, creando así no sólo desarmonía en relación con estos semejantes sino también en relación con el todo, es decir, el macroser del cual uno es parte, y por lo tanto, también para aquellos microseres que viven en el propio organismo. La ley de causa y efecto, o «como uno siembra, así cosechará», es válida para el micro, meso y macrocosmos, y para nuestra relación con estos tres mundos.
5. Cuando Cristo enfatizó que uno debería amar a Dios por encima de todas las cosas y al prójimo como a uno mismo, habló desde su conocimiento de la imagen del universo cósmico
Entonces, vemos que la enfermedad de un organismo no sólo es causada por una mala alimentación y falta de higiene, sino que también es una cuestión de qué pensamientos, sentimientos y acciones se envían desde la fuente o el yo del organismo hacia el entorno. No podemos ignorar nuestra relación con el prójimo en la creación de un destino mejor o la felicidad que anhelamos. Cuando Cristo enfatizó una y otra vez que uno debe amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo, vemos, que supo y habló desde su conocimiento de la imagen del universo cósmico. Amar a Dios sobre todas las cosas es lo mismo que amar al macroyo en el organismo en el que uno es un microindividuo, es decir, el universo. ¿Y cómo se hace eso? Amando (es decir, creando armonía y alegría en relación) al prójimo, que es una célula, un microindividuo en el gran organismo de la Divinidad a través del cual esta Divinidad nos experimenta. Que Cristo conocía esta relación se ve en sus palabras: «Lo que hagas con el menor de los míos, me lo haces a mí».
6. La ciencia cósmica o la ciencia espiritual ahora como un nuevo impulso guiará a la humanidad hacia lo que Cristo denominó «el reino de los cielos»
Con su vida y su muerte, Cristo demostró que estaba concentrado en la cooperación con el yo del universo, y mostró con su oración «Padre, no se haga mi voluntad, sino la tuya», que percibió a este macroyo como su verdadero padre cósmico que también era el padre cósmico de todos los demás seres vivos. Pero ¿por qué no mencionó a los macro y microseres y nuestra relación con las células y los otros microindividuos de nuestro organismo? Porque absolutamente nadie lo habría entendido. Ya era bastante difícil que las personas que lo rodeaban entendieran lo que quería decir, y también vemos que nada ha sido más malentendido y tergiversado que el mensaje de Cristo. Pero habló del «espíritu santo» que, cuando llegue, «les llevará a toda la verdad», porque «aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar». ¿Qué es este espíritu santo, esta guía? El espíritu es conciencia, es conocimiento y el hecho de ser santo significa que lo abarca todo o es cósmico y crea amor y armonía a su alrededor. Es esta ciencia cósmica, o espiritual, la que ahora, como un nuevo impulso, guiará a la humanidad en su evolución hacia el estado al que Cristo se refiere como «el reino de los cielos». Cristo sabía que llegaría un momento en que ya no sería necesario hablar en parábolas y cuando ya no habría una autoridad personal en la que la gente debería creer, sino una ciencia, «un espíritu de verdad que predicará sobre las cosas por venir».
7. La ciencia espiritual no creará una nueva religión ni eliminará el cristianismo
La ciencia espiritual, a la luz de toda la evolución cósmica de la tierra y la humanidad, habla sobre estas «cosas por venir», «sobre el auténtico reino humano» que, con el tiempo, se desarrollará en este planeta. La ciencia espiritual no es algo que elimine el cristianismo y cree una nueva religión. Por el contrario, «tomará de lo mío, y os lo hará saber», como también dijo Cristo. Todo lo que los hombres en aquel momento «no podían sobrellevar» porque no lo habían entendido, pueden empezar a entender hoy en día. En los aproximadamente 2000 años que han pasado desde que Cristo vivió, se ha producido una enorme evolución intelectual aquí en la tierra. La ciencia física se ha convertido en la influencia dominante sobre la vida de las personas; han comenzado a adquirir la capacidad de pensar los pensamientos de Dios a medida que se expresan en las leyes de la naturaleza en el micro, meso y macrocosmos. Un niño inteligente aprende más en la escuela hoy que lo que un catedrático sabio sabía hace 100 años. La inteligencia de los hombres se desarrolla y se agudiza, nuevos inventos técnicos crean grandes cambios en los hábitos diarios de los hombres, someten a la tierra haciendo que las fuerzas de la naturaleza trabajen para ellos, y las distancias entre los países y los pueblos se reducen tanto debido a los nuevos medios de transporte y porque uno puede, a través de la radio, telégrafo, etc., enviar instantáneamente mensajes de un lado de la tierra al otro. Todo esto y mucho más que se inventará en los próximos años ha creado otra situación para la humanidad que la que existió en la época de Cristo. En un sentido, sin embargo, las condiciones no se han vuelto tan diferentes. La infelicidad personal y el sufrimiento de la gente no han disminuido. La tierra es aún más un «infierno» que un «reino de los cielos» para los hombres. De hecho, dado que los hombres utilizan su inteligencia desarrollada al servicio del principio mortífero, tanto en la guerra como en la vida cotidiana, o la utilizan para enriquecerse a expensas de otros, la situación ha empeorado. Además, la inteligencia desarrollada en el ser humano no puede aceptar los dogmas religiosos pasados, por lo que el público en general permanece sin ningún punto fijo en la existencia. Uno anhela la paz, pero no sabe cómo se puede crear la paz.
8. La tierra no perecerá ni será destruida, pero una vieja cultura está a punto de perecer y una nueva cultura que «no es de este mundo» está a punto de ser creada
La situación mundial de nuestro tiempo es lo que se conoce como «los últimos días». No porque la tierra perezca o sea destruida, sino porque una cultura antigua respira su último aliento. El reino al que Cristo se refirió como «suyo», pero sobre el cual dijo que «no era de este mundo», está a punto de ser creado como el auténtico reino humano en este planeta. Vive en la mente de muchas personas como la capacidad humana, como eso de que, en ciertas situaciones, preferirían sufrir ellas mismas antes que ser la causa de los sufrimientos de otros. Pero también esta capacidad moral debe ser intelectualizada, y esto sucederá a través de la ciencia espiritual. La capacidad de amar al prójimo, que se ha desarrollado fuertemente en la mente de muchas personas a través de las experiencias de sufrimiento de muchas vidas, no sólo debe ser un sentimiento fuerte que puede desviarse en el sentimentalismo y el fanatismo. Debe, para manifestarse de la manera en que Cristo podría manifestarlo, unirse con una comprensión intelectual de la relación entre el universo y el ser humano, o, como lo refirió Cristo, entre «el padre» y «el hijo».
9. La ciencia espiritual ayudará al ser humano que busca a entenderse tanto a sí mismo como a la situación del mundo entero
Cristo fue el microindividuo verdaderamente perfecto y saludable en el cuerpo de su padre. No sólo era al padre a quien amaba, sino también los otros seres en este cuerpo. Su gran amor se mostró de tal manera que él, cuyo reino no era de este mundo, sin embargo, se dejó encarnar en este, para las células sanas, zona peligrosa que consistía en microseres libertinos, asesinos y odiosos, para mostrar cómo la célula sana en el macrocuerpo se comporta en todas las situaciones hacia Dios y los semejantes. La «segunda venida de Cristo», de la que tanto se habla, no significa que la persona Jesús se mostrará en las nubes, sino que el desarrollo del principio de padre e hijo, que él entendió y puso en práctica en todas las situaciones diarias, sea puesto en práctica por más y más personas en la tierra. Para esto, la ciencia espiritual será un factor de ayuda, ya que puede enseñar al ser humano que busca a comprender su propia situación y la situación del mundo entero. Pero el ser humano debe trabajar él mismo en el desarrollo de esa mentalidad que lo convertirá en un ser-cristo que en todas las situaciones se siente uno con el padre.
Título original danés: Kristus og verdensbilledet. Conferencia impartida en el Instituto Martinus el 2 de abril de 1950. Manuscrito para la conferencia editada por Mogens Møller y aprobada por Martinus. Publicado por primera vez en la edición danesa de Carta de Contacto no. 20, 1957. N.º de artículo: M1190. Traducido del inglés por Rafael Mujica.
© Martinus Institut 1981, www.martinus.dk
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