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Índice de El misterio de la oración   

 

 
Capítulo 1
La actitud del hombre moderno ante la oración
Los hombres que no tienen el conocimiento correcto del misterio de la oración, de su técnica e importancia particular pueden fácilmente pensar que la oración no es para el hombre moderno. Sí, hay incluso personas, que estudian la ciencia del espíritu, que no pueden familiarizarse con el hecho de dirigirse a Dios por medio de la oración. Piensan que cuando todo es lógico y perfecto, cuando «todo es muy bueno», ¿para qué hay entonces que orar? ¿No sería una blasfemia suplicar a Dios pidiéndole algún favor especial, alguna «ayuda» particular «en la necesidad» cuando todo está tan entrelazado con la voluntad divina, que «los cabellos de nuestra cabeza están contados», es más, que ni siquiera una mota de polvo puede posarse de manera casual aquí o allí?
      Que el materialista, que, claro está, no tiene ningún conocimiento espiritual en absoluto de ningún fenómeno espiritual o cósmico, sino que únicamente es partidario de resultados de pesos y medidas, considere que el hecho de orar es un disparate, es más, el súmmum de la ingenuidad y la superstición se da, naturalmente, por supuesto. Pero, ¿puede vivir a la larga con este punto de vista? ¿Puede un conocimiento muy grande de los resultados materiales y la consiguiente destacada posición científica y social ser una garantía inalterable de que nunca será desdichado?
      ¿Y qué sucede con el destacado hombre religioso, que ya cree que todo está supeditado de una manera perfecta a la voluntad divina, es más, que incluso ha comenzado a poder ver que es así? Esta nueva manera de ver las cosas o este nuevo conocimiento, ¿es una garantía absolutamente segura de que tampoco será nunca desdichado? No, de ninguna manera. Ni el conocimiento material ni espiritual puede dar una garantía así. ¿De qué sirve ser un investigador genial en geología, astronomía, física o química o incluso en psicología? ¿Puede esto garantizar que no se perderá nunca a las personas más amadas? ¿Puede esto garantizar que el cónyuge no enferme y muera mucho antes de tiempo? ¿Puede esto garantizar que los hijos sean exactamente los modelos de salud, inteligencia y posición que uno había deseado de todo corazón y con que había soñado?
      El destacado investigador religioso, ¿no se encuentra en la misma situación? ¿Puede el conocimiento que tiene sobre la perfección del universo darle alguna garantía en absoluto de que no sufrirá las mismas calamidades? No, el conocimiento en sí solo no puede garantizar la felicidad.


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