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Índice de El principio de la reencarnación   

 

 
Capítulo 2
Macrocosmos y microcosmos
¿Qué es lo que presenciamos a través de estas inmensas constelaciones de estrellas del universo? ¿Y cuál es su objetivo? Estos océanos de millones de estrellas, ¿existen, acaso, sólo para mostrarse para los habitantes de la Tierra como pequeños puntos luminosos en la oscuridad de la noche, como se creía antiguamente? No, hoy en día no hay casi nadie que lo crea. Se sabe que la Tierra no es el centro del universo, tal como se ha interpretado en imágenes del universo viejas y religioso-dogmáticas. Se sabe que estas galaxias y sistemas solares son de dimensiones tan gigantescas, y la Tierra es tan pequeña en relación con ellos, que sería un raro despilfarro de las fuerzas de la naturaleza que todos estos cuerpos celestes sólo tuvieran que existir a causa de la Tierra o, especialmente, a causa de la humanidad. La naturaleza no despilfarra sus fuerzas, al contrario, todo es aprovechado y, a su manera, es en beneficio de la totalidad. Aquí, en la Tierra, es imposible constatar que algo se desperdicie en el mantenimiento de la naturaleza. ¿No vemos, acaso, que en otoño las hojas secas pasan al ciclo, que los productos de deshecho se convierten en abono útil, y que el estiércol es lo que contribuye a producir el trigo para el pan? Incluso una gota de agua está abundantemente llena de vida, con seres diminutos que podemos observar a través de microscopios, y cuyo despliegue de vida se muestra como absolutamente necesario en el gran contexto de la vida.
      Las huellas del despliegue de la fuerza de la vida se ven por todas partes, cuando se desciende al mundo de los átomos y los electrones, que directamente es considerado por la ciencia como una clase de sistemas solares microscópicos. ¿Podría existir el mundo sin la energía nuclear? No, no podría existir. Ni los hombres, ni la Tierra, ni el sistema solar, ni los sistemas de galaxias existirían si no existieran los sistemas de átomos, de los que todo está construido. Ninguna partícula, por pequeña que sea, puede existir sin ser en beneficio de la totalidad. ¿Con qué fundamentación lógica podemos argumentar que las gigantescas partículas del espacio que denominamos planetas, sistemas solares y galaxias no están sometidas a las mismas leyes y principios a escala mayor? Muchas de estas constelaciones de estrellas y cuerpos celestes no son planetas en el sentido corriente, sino inmensos océanos de masas de fuego, metales hirvientes mostrando un movimiento y un despliegue de fuerza que no se puede medir en términos convencionales de potencia. Aquí no se trata de cientos o miles de caballos de fuerza, sino de millones, es más, de miles y miles de millones de caballos de fuerza que se despliegan. Creer que todos estos despliegues de fuerza, que se influyen mutuamente, sólo son una expresión de casualidad, y que los gigantescos cuerpos celestes tendrían que seguir sus órbitas o ciclos reglamentarios en el espacio a lo largo de un tiempo inmenso, a través de enormes distancias para absolutamente nada o sólo para ser vistos desde nuestra Tierra, manifiesta únicamente ingenuidad y estrechez de miras. Nuestra pequeña Tierra sólo es como una motita de polvo en relación con los gigantescos cuerpos celestes y sistemas de galaxias, y, en relación con estos gigantes tan poderosos, nosotros mismos somos tan microscópicos como los electrones y los átomos que constituyen nuestra carne y sangre son microscópicos en relación con todo nuestro organismo.


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