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Índice de El principio de la reencarnación   

 

 
Capítulo 7
El hombre y el cosmos
Los impulsos del pensamiento están constituidos, como se ha analizado en «Livets Bog»*, por las seis energías básicas, y se vería cómo cada una de estas energías tenía sus sistemas físicos en el gran sistema galáctico en cuyo espacio vacío eran la fuerza vital dominante. En el espacio vacío entre las micropartículas de la región del estómago, la energía del peso o energía mortífera tendría su residencia habitual. Entre las micropartículas de las regiones del corazón, los pulmones y la sangre, la energía del sentimiento sería en alto grado la fuerza dirigente. En el espacio vacío entre las partículas y microsistemas del sistema del cerebro y nervioso, la energía de la inteligencia tendría su dominio como fuerza de vida, mientras la intuición aparecería como fuerza de vida en los órganos sexuales. La cristalización del recuerdo o energía de la bienaventuranza formaría las partículas físicas del esqueleto, y la energía del instinto sería la fuerza dominante en las zonas en las que aparecían partículas físicas que desde el punto de vista mesocósmico serían musculatura y piel. Los impulsos vitales o las fuerzas del pensamiento crearían una incesante transformación, el nacimiento y el ocaso de mundos, entre ellos soles y planetas, y todo estaría regulado desde el gran sistema central de planetas desde donde irradiaban todos los impulsos de vida o las fuerzas del pensamiento, lo que en mis análisis se menciona como supraconciencia, más allá de la cual existe el yo, que es el punto fijo de este sistema inmenso en virtud de cuya facultad de manifestación todo se ha revelado. Las partículas que forman sustancia física sólo son, en realidad, cristalizaciones de las energías del pensamiento, un resultado transitorio de la energía de la conciencia y la facultad creadora del ser vivo. En este universo, todo movimiento es pensamiento, y el asiento de la verdadera vida es el espacio vacío entre las partículas.
      Con esta experiencia luminosa regresamos de nuevo a nuestro tamaño normal y contemplamos la vida en el mesocosmos y vemos, de nuevo, nuestro familiar y oscuro cielo nocturno sobre nosotros con sus miles de estrellas luminosas. Ahora es fácil comprender que son manifestaciones de vida, expresión de conciencia, pensamiento y voluntad, y lo que antes creíamos expresaba caos y casualidad lo podemos ver ahora como el ciclo de seres vivos dentro de seres vivos que constituyen universos y sustancias los unos para los otros. Y podemos reconocer la verdad en la enseñanza de nuestra infancia sobre la Divinidad eterna: «En él vivimos, nos movemos y somos».
 
(Adaptación de Mogens Møller)
 
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* Notas aclaratorias de la traductora: Martinus ha deseado que «Livets Bog», que significa El Libro de la Vida, no se traduzca y que en todos los idiomas se mantenga el nombre original danés.


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