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Capítulo 13
La humanidad una con Dios
El hombre a imagen y semejanza de Dios es lo mismo que un ser cuya manifestación y creación es en su resultado final exclusivamente una alegría y una bendición para seres vivos, sí, para todo y todos. Es un ser que desde lo más profundo de su alma ama a su prójimo como a sí mismo y así cumple la ley de la vida, que prescribe la disposición de la redención del mundo formulada por Cristo: «Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen y orad por los que os ultrajan y persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace que su sol salga sobre malos y buenos y llueva sobre justos e injustos».
      Cuando los hombres de la Tierra van cumpliendo poco a poco el modo de ser de esta ley de la vida, se secan las fuentes de las causas cuyos efectos sangrientos como un río del día de juicio final a veces surgen atravesando la mentalidad y modo de ser de la humanidad terrena. Y por encima de la oscuridad menguante de este cataclismo veo ascender la paz eterna, como una salida de sol que ilumina y da calor, sobre un reino en el que el mandato de Dios: «Hágase la luz» se ha cumplido satisfactoriamente. Los hombres de la Tierra se han convertido en uno con Dios.


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