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Índice de Dos clases de amor   

 

 
Capítulo 11
Los ciclos de la espiral de la vida eterna y los reinos de existencia
Por medio de una observación detenida no es difícil ver que el hombre terreno es un ser que se está transformando de animal en hombre. Este proceso de transformación o creación tiene que perfeccionar al hombre inacabado, de modo que se transforme en «el hombre» acabado y perfecto «a imagen y semejanza de Dios». Este proceso de transformación o creación ha tenido, así pues, un comienzo. No ha existido eternamente. ¿Y qué era el ser vivo, que ahora se está transformando de animal en hombre, antes de que comenzase esta transformación? Antes de que esta transformación comenzase, el ser vivía experimentando la vida y manifestándose en una época de conciencia o de vida precedente. Y antes de esta época vivía, a su vez, en una época de vida precedente. Y de este modo, el pasado eterno del ser vivo ha estado formado de épocas de vida independientes de este tipo, del mismo modo que su futuro eterno será así mismo experimentado en épocas de conciencia o vida independientes, sucesivas así. Estas épocas de vida corresponden en principio, de una manera muy estrecha, a la época de vida independiente en que los seres se encuentran hoy. Cada época de vida de este tipo se basa, entre otras cosas, en seis energías cósmicas, básicas, que hacen que la época esté formada por una zona especial para cada energía básica. A la primera de estas energías básicas la conocemos con el concepto «energía del instinto». Esta energía básica en conexión con las otras energías con un despliegue limitado o latente crea lo que denominamos «reino vegetal». A la siguiente energía básica le hemos dado el nombre de «energía del peso». Esta energía es el fundamento de la zona física. Es el fundamento de todo lo que forma parte del concepto fuego, explosiones y explosivos. Como materia espiritual, es la causa de la manera de ser colérica, la mentalidad mortífera y los arrebatos de furia. Es el fundamento de la mentalidad del reino animal. A la siguiente energía básica la conocemos con el concepto «sentimiento». Desde el punto de vista físico, esta energía básica es el fundamento de todo lo que conocemos como «frío». En conexión con la energía del peso constituye todo lo que se agrupa con el concepto «fuerza» y también es, de este modo, el fundamento de lo que conocemos como «fuerza de gravedad» que, a su vez, es lo mismo que la fuerza de atracción de la Tierra. Desde el punto de vista espiritual es el fundamento de toda percepción, ya se trate tanto de la vista, el olfato, el gusto, el oído como de todo lo que se agrupa con el concepto de sensación, tanto de placer como de malestar físico o psíquico. Esta energía, en una combinación especial con las otras energías básicas, es el fundamento del «reino humano» totalmente perfecto.
      La siguiente energía básica se conoce con el concepto «inteligencia», y le da al hombre la facultad de investigar y conocer el principio que rige los detalles que experimenta por medio de su percepción. No es una energía física y, por consiguiente, no crea ninguna zona física. Es el fundamento de una zona de existencia espiritual que hemos denominado «reino de la sabiduría».
      La quinta energía básica es, así mismo, una energía espiritual y se conoce con el concepto «intuición». Forma una zona de existencia espiritual que hemos llamado «el mundo divino». Estos dos reinos de existencia juntos son la residencia de las más altas formas de experimentación de la vida. Del mismo modo que el reino animal es la residencia de la culminación de la oscuridad, estas dos zonas de existencia citadas son la residencia de la culminación de la luz. Cuando la facultad de experimentar y manifestarse del ser ha culminado aquí con la luz suprema, degenera. Y el ser se concentra cada vez más en sus recuerdos de las experiencias, vividas en el exterior en su presente época de vida. A medida que lo experimentado en el exterior por el ser degenera, deja de poder experimentar en el mundo exterior. Este mundo es aquí lo mismo que el mundo espiritual, ya que el ser tras haberse convertido en un «hombre» acabado «a imagen de Dios» cesó de encarnarse en el mundo físico. Se había convertido en un ser totalmente espiritual. Tras haber culminado en su alto estado de vida como «hombre a imagen de Dios», su facultad de experimentar la vida y de manifestarse comenzó, tal como hemos dicho, a degenerar. Tras esta degeneración, el ser ya no tenía ninguna conciencia, aparte de sus recuerdos de toda su época de vida cósmica ahora agonizante. Estos recuerdos los vive ahora como «bienaventuranza» culminante, que es lo mismo que la mayor sensación de bienestar de la vida. Como hemos dicho, aquí no tiene ninguna conciencia externa. Ahora vive exclusivamente en sus recuerdos, que constituyen su propio mundo interior.
      Pero el ser vivo es un ser eterno. No puede seguir viviendo sin conciencia o experimentación y manifestación exterior. De este mundo interior de recuerdos, que denominamos «reino de la bienaventuranza», el ser pasa automáticamente al reino mineral y vegetal de una nueva e incipiente época de vida. Aquí comienza a desarrollar nuevas facultades de conciencia. A través del reino mineral y vegetal evoluciona convirtiéndose en lo que llamamos «animal». A partir de él evoluciona a través del reino animal y aquí culmina, en forma del hombre inacabado con la naturaleza mortífera de la oscuridad, como «ser diabólico». Por medio del consiguiente destino oscuro o karma, el ser termina su evolución como «el hombre a imagen y semejanza de Dios». Y con esta forma de vida divina, que lo ilumina todo, el ser abandona la forma material, física y ahora continúa su alta forma de vida divina como un ser totalmente espiritual a través de los elevados mundos espirituales de la nueva época de conciencia: el reino humano perfecto, el reino de la sabiduría y el mundo divino, para de nuevo degenerar y, a través del reino de la bienaventuranza, pasar automáticamente a una nueva continuación de la experimentación y la manifestación de vida en los reinos o zonas de existencia de una nueva época de conciencia o de vida, y así continuando eternamente. Como estas épocas de vida se definen como ciclos, y cada ciclo no es una repetición del anterior, sino que aparece como una continuación de éste en una nueva variación, hemos simbolizado estas épocas continuadoras de la conciencia o de la vida de los seres vivos como «ciclos de espiral».


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