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Índice de Dos clases de amor   

 

 
Capítulo 53
La profusión de rayos del espíritu de Dios en «el hombre acabado a imagen y semejanza de Dios»
Dado que el amor universal tiene que reemplazar el amor de apareamiento o matrimonial y, con ello, el acto de apareamiento, que, claro está, es el mayor estimulante en el reino animal y en la vida de los hombres inacabados, y estos seres ya no aparecerán en forma de seres de sexo masculino y sexo femenino, ¿cómo se desencadenará el espíritu de Dios, en forma del «fuego supremo», en estos seres? ¿Puede el amor universal ser, por sí mismo, un estimulante o fomentar el apetito de la vida de modo suficiente, sin que los seres puedan experimentar por medio de él un acto de culminación de amor universal con otro ser, del mismo modo que los seres a través del amor del matrimonio podían experimentar su acto de culminación en forma del acto de apareamiento? Naturalmente, la presencia del espíritu de Dios en forma del «fuego supremo» no se encontrará aquí, en el hombre acabado, en menor grado que en el animal y en el hombre inacabado, al contrario. Mientras en el reino animal, «el fuego supremo» sólo podía desencadenarse como la experimentación de un rápido destello de luz o una vivencia momentánea basada en una simpatía artificial, aquí, en el auténtico reino humano, se basa en el amor universal absoluto y verdadero, que, claro está, es su fundamento más importante. Es estimulado por la bipolaridad del ser que hace que la simpatía de los seres no sea enamoramiento ni posesión, sino amor universal en su forma más pura. Este amor no es como el amor de apareamiento, que se basa en el amor correspondido o en la posesión o el derecho exclusivo sobre el objeto de su despliegue. Los seres no están atados a ningún sexo contrario, porque uno así no existe aquí. Los seres aquí no son ni de sexo masculino ni femenino. Son seres totalmente soberanos y libres. Ya no tienen nada en absoluto animal en ellos. Son exclusivamente hombres en su sentido más puro. Aquí no hay ningún egoísmo, no hay celos, rivalidad, envidia o intolerancia. Climas de pensamientos de esta clase no pueden surgir en absoluto en la estructura de la conciencia y en el modo de ser totalmente bipolar. Los seres son aquí, claro está, «hombres» acabados «a imagen y semejanza de Dios». Por esto aquí hay la posibilidad de que el espíritu de Dios en forma del «fuego supremo» pueda experimentarse por estos seres tan sublimes como una bienaventuranza permanente estimulada y mantenida por el desencadenamiento de los contactos culminantes mutuos de su amor universal. En estos seres sólo hay cabida para el amor universal hacia quienquiera que sea que encuentren, es decir, hacia «hombres acabados». Aquí no hay, claro está, otra clase de hombres. Por consiguiente, en este mundo perfecto sólo pueden encontrar hombres acabados como ellos mismos. Son, así pues, seres perfectos, bipolares. Aquí no hay, por lo tanto, ninguna forma en absoluto de amor de matrimonio o acto de apareamiento animal. El estado orgánico del fuego supremo unipolar hace tiempo que ha degenerado, y aquí sus órganos de apareamiento sólo son rudimentos. Aquí estamos por encima de la unipolaridad y, con ello, por encima del mundo del animal. Estamos en el mundo de la luz entre seres de luz. Aquí sólo encontramos los más elevados tipos de pensamientos, resplandecientes cual oro con la luz eterna que todo lo abraza, del amor universal del reino humano perfecto, del reino de la sabiduría y del reino de la intuición. Pero esta luz se convertiría pronto en algo monótono si el espíritu santo de Dios, en forma de un fuego supremo adaptado a estos seres, no hiciera posible que experimentaran un acto de culminación de amor con cualquier otro de estos seres de luz semejantes. Este acto culminante de amor universal se manifiesta por medio del desencadenamiento de caricias mutuas entre dos seres acabados. Aquí un beso, un abrazo, un apretón efusivo de manos u otro ligero contacto recíproco de los organismos o cuerpos estará en condiciones de causar la divina experimentación luminosa del «fuego supremo» o luz de la profusión de rayos del espíritu eterno de Dios, que anteriormente, de una forma muy limitada, se desencadenaba en el acto de apareamiento de los seres unipolares. Esta experimentación de la luz suprema del amor universal es para ambas partes la sensación absolutamente más grande y más penetrante de placer y bienaventuranza que en manera alguna existe. Por medio del desarrollo del amor universal y de la bipolaridad, total y perfecta, la facultad de sentir o percibir de los organismos de los hombres acabados se ha vuelto tan delicada que estos hombres pueden experimentar «el fuego supremo» en su forma más pura a través de todo su organismo en el acto de amor culminante. Y por lo que respecta a los hombres acabados, que ya no se encarnan en la materia física, este sublime contacto de amor entre las dos partes tiene lugar por medio de que ambas auras se cubren mutuamente, con lo cual la luz eterna del espíritu de Dios los atraviesa a ambos con sus rayos como la más elevada bienaventuranza de la vida. Y con este fuego, el más alto de la vida, o espíritu santo de Dios en la psique y el modo de ser, el plan de Dios con el ser vivo se ha cumplido. «El hombre a imagen y semejanza de Dios» brilla y resplandece, es uno con Dios en el cielo eterno del espacio y el tiempo.


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