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Capítulo 20
Porqué «la venida de Cristo» no sigue siendo objeto de fe o de adoración
«La venida de Cristo» puede solamente, según la propia narración de Jesús, tener lugar por medio del mismo Cristo que, «tal como el relámpago surge en oriente y brilla hasta occidente»; por medio de Cristo «que es uno con el Padre» y que puede «venir entre nubes con gran poder y gloria», «separar a las ovejas de los cabritos» y «juzgar a vivos y muertos». ¿Qué tiene Cristo que puede cumplir estas condiciones? Sólo puede tratarse de una cosa, a saber, la más alta luz mental de la vida o de la existencia, la más alta sabiduría sobre la divinidad y el ser vivo. Pero este conocimiento es lo mismo que «el espíritu santo». Si al redentor del mundo le quitamos este conocimiento o espíritu, queda simplemente un ser vivo corriente e imperfecto que forma parte del conjunto de la humanidad. Cristo desaparece. Cristo significa, en realidad, lo mismo que «el espíritu de Dios encarnado en un hombre de la Tierra». Esta encarnación del espíritu de Dios en el ser lo transformó en un «rey», es decir, un protector y consejero divino de la muchedumbre ignorante. Todos «los reyes» de la humanidad que estaban «consagrados» han sido en realidad, y en mayor o menor grado, «Cristos» siempre en consonancia con el desarrollo del pueblo que han tenido como súbdito. Y «la venida de Cristo» es algo que ha tenido lugar repetidas veces. Pero esta venida era siempre el nacimiento de un nuevo «rey» o un ser que podía pasar las pruebas especiales de iniciación en las pirámides, o exámenes parecidos, que eran la condición para alcanzar la dignidad de sumo sacerdote o de rey en una cierta época de la historia de la humanidad.
      Como ya hemos visto, la humanidad no va a seguir siendo guiada por «reyes consagrados» («mesías» o «cristos»), es por ello que, actualmente, «los reyes» son seres comunes con defectos humanos ordinarios e imperfecciones y sin ninguna cualificación especial en lo que respecta a ser guías espirituales o constituir «el camino» para su pueblo. Hoy, «el rey» es, normalmente, el punto de reunión de la administración de su estado, considerado desde un aspecto totalmente material. El hecho de que «la venida de Cristo» bajo la forma de «reyes consagrados» haya cesado, es algo conocido desde hace mucho tiempo. Y es esto precisamente lo que Cristo, el mayor de «los reyes iniciados», quiere precisar con sus declaraciones proféticas sobre este tema: que «la venida de Cristo» no tendrá nunca más lugar de esta manera. Por lo que a él respecta, la dignidad material vinculada con «el ser iniciado» ya no tenía actualidad. El hecho de que su reino no era «de este mundo» fue seguramente la causa de que los judíos no lo pudiesen reconocer como rey. Para ellos «el Mesías» era, ciertamente, un «ser iniciado», pero también tenía que ser un rey en el ámbito físico; tenía que ser alguien que, victorioso, los pudiese defender contra sus enemigos y represores materiales. «La venida de Cristo» a los judíos había cambiado tanto, que éstos no pudieron reconocer al «Mesías» o «Cristo». Creyeron que se encontraban frente a un «falso mesías» y permitieron que lo crucificasen. No obstante, su «reino» se extendió por toda la Tierra. Su «venida» no fue solamente para los judíos sino que fue para toda la humanidad. A pesar de que ya no necesitaban «reyes iniciados» para su dirección puramente material, se hallaban todavía muy lejos de la madurez necesaria para ser su propio guía espiritual. Todavía necesitaban un ser que pudiese ser una autoridad, ser «rey» y, de este modo, ser su «camino» en el ámbito espiritual o religioso. De este modo sucedió que «la venida de Cristo» – bajo la forma de los tres grandes redentores de la humanidad: Jesús, Buda y Mahoma – dio lugar a los tres grandes «reinos» espirituales: el Cristianismo, el Budismo y el Islam. Reinos que «no son de este mundo» y en los que los tres redentores del mundo son respectivamente la autoridad suprema aunque sean, desde un punto de vista material, «reyes» sin corona. Pero con esto, se ha terminado «la venida de Cristo» – con corona o sin ella – como «rey material» o «rey espiritual». Cada uno de estos «reinos espirituales» ha recibido con su último Cristo o «rey espiritual» tanta instrucción sobre las respuestas a los más altos interrogantes de la vida o dogmas, que con esto puede evolucionar a través de los últimos «estadios de la fe» y llegar a esa gran sed de los análisis cósmicos de estas respuestas o experimentación de los dogmas como auténtica «ciencia». El hecho de que «la venida de Cristo» no volverá a tener lugar como la venida de un ser personal con una autoridad y una potestad espiritual innatas tales que, por su naturaleza, lo lleven a ser objeto de fe y adoración y con ello el camino para millones de hombres, es algo evidente.


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