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Índice de ¿Qué es la verdad?   

 

 
Capítulo 7
La dignidad real ha degenerado
El objetivo de la existencia no era que el pueblo o la multitud siguiese siendo una masa ignorante, primitiva y desamparada que solamente podía dar forma a su vida o existencia por medio de las órdenes o los dictados de un soberano máximo, aunque éste fuese un ser iniciado por Dios en la verdad y la vida. Este gobierno «real» y divino de la humanidad tenía también como objeto, y en relación con la manifestación propia de la vida (experiencias oscuras y luminosas), hacer que la humanidad creciese espiritual y culturalmente de modo que cada uno de sus individuos pudiese alcanzar por sí mismo, con el paso del tiempo, «la dignidad real»; pudiese llegar a ser una encarnación de la verdad y después, al igual que el rey, se convirtiese en un genio de inteligencia y creatividad, se transformase en un «ser iniciado», y a medida que aumentara esta evolución y crecimiento en el pueblo, el rey «debía» paulatinamente hacerse menos necesario. Según esto se fue haciendo realidad, no hizo falta que los símbolos o insignias reales fuesen llevadas por iniciados; y vemos como progresivamente comenzaron a aparecer personas normales y corrientes no iniciadas, incluso seres primitivos, que llevaban la corona, el cetro y el manto real. El rey se alejó totalmente de lo que era su misión primordial: ser «el camino, la verdad y la vida». El rey actual es, en el mejor de los casos, sólo un símbolo de la verdad, pero él mismo no es un ser que tenga conciencia cósmica o posea la verdad por experiencia propia. Se halla bajo la Iglesia, está sometido a la religión del Estado. Está supeditado a uno de los reyes que, desde un punto de vista cósmico, todavía gobiernan como auténticos «reyes»: Cristo, Buda, Mahoma. Actualmente, el rey, al igual que cada individuo de su propio pueblo, es sólo un súbdito «cósmico». El rey no es ningún «Cristo», ningún «Buda» ni ningún «Mahoma»; no es un profeta ni un «redentor del mundo».
      Mientras el pueblo, bajo «el rey iniciado», era totalmente dirigido por éste, tanto material como espiritualmente, la posición del rey de hoy es muy distinta. Aquel se ocupaba de todas las ideas y planificaciones necesarias en relación con todo lo que tenía que ver con su vida social, su bienestar y necesidades diarias; hacia justicia, era su protector, era la imagen suprema y visible de Dios y, a cambio de esto, era adorado y amado por su pueblo. En cambio, el pueblo de hoy ya no desea someterse a la voluntad del rey sino que, al contrario, es el rey el que se somete a la voluntad del pueblo. Mientras «el rey iniciado» decidía el destino del pueblo, el pueblo de hoy es el que decide el destino del rey.


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