Lee y busca en El Tercer Testamento
   Cap.:  
(1-33) 
 
Búsqueda avanzada
Índice de La alimentación ideal   

 

 
Capítulo 21
«La vibración propia» del ser vivo y «la vibración propia» de la sustancia
Hemos llegado a un punto tan avanzado con respecto al análisis de la materia, que hemos comprendido que ésta, o las sustancias, son vida o reflejo de la manifestación de seres vivos. Cada una de ellas es, por su parte, expresión de una determinada forma de energía o vibración. El oro, la plata, el cobre y el hierro tienen cada uno de ellos su vibración especial, así como todos los demás metales; lo mismo sucede con la carne, la sangre, las savias, los ácidos, el azúcar, la sal, las frutas, las raíces, las semillas, las hojas, los tallos, etc., etc. Como el hombre, en virtud de su identidad como «unidad de vida», constituye una partícula de una «sustancia» compuesta por el conjunto de todos los hombres de la Tierra, esta «sustancia» naturalmente también tiene su especial tipo de vibración. Tenemos esta vibración tan cerca de nosotros que nos es posible, desde un punto de vista físico, ver todos sus detalles y todos sus pormenores; lo cual no sucede con respecto a las vibraciones de las sustancias comunes. Los detalles de ese tipo de vibración que emana de esa sustancia de la que los hombres son unidades de vida son todas las cosas y tradiciones creadas por la conciencia humana tales como: casas, puentes, diques, máquinas de fuerza motriz, obras de arte, ropa y joyas, así como asociaciones, sectas, culturas, modas, usos y costumbres, etc. Todas estas realidades se muestran con diversos tipos de vibración de mayor o menor intensidad y, en conjunto y de un modo necesario, deben representar un determinado nivel de fuerza, es decir, una determinada unidad con que medir la energía o vibración. Esta unidad de medida constituye «la sustancia» para un nivel de concien cia bastante superior, como por ejemplo la que corresponde a astros o seres planetarios y que, naturalmente, no constituye ninguna «sustancia» para el hombre de la Tierra. Éste debe descender en la escala de evolución que se halla debajo de él el mismo número de peldaños que a él mismo lo alejan de los planetas de esa misma escala, antes de poder considerar las cosas como sustancia. Con respecto a esto debe mencionarse que «la sustancia» constituida por la manifestación del conjunto de la humanidad terrena, y de la que el hombre es una «unidad de vida», es la masa encefálica de la Tierra. Las culturas mundiales, con sus respectivas religiones, atraviesan el globo terrestre constituyendo la función cerebral de la Tierra, sus «pensamientos». Estas culturas son las cantidades de energía por medio de las cuales ésta actúa en relación con sus «semejantes», es decir, otros seres planetarios, otros planetas. Pero aquí nos encontramos en los límites de lo que «la visión cósmica» del hombre puede alcanzar. No podemos percibir lo que la Tierra «comunica» a uno de sus semejantes u otro planeta, porque aún no hemos andado ese trecho de camino, con respecto a la evolución, que la Tierra ha recorrido y que es indispensable para esta percepción. De un modo muy débil podemos entrever sus «informaciones» hasta el punto de poder constatar si son «dañinas» o «buenas». Igualmente podemos notar si está «encolerizada». Las guerras mundiales son, de este modo, «arrebatos de cólera» del globo terrestre; pero el hecho de saber contra qué planeta, contra qué «semejante» se dirige la explosión de estas cantidades de energía, entra dentro de un tema muy distinto y por ello no voy a profundizar en estos detalles.
      Sin embargo, si yo me he referido a este problema ha sido para demostrar de que modo los seres pequeños dependen de lo grandes y, a su vez, los grandes de los pequeños. Del mismo modo que la Tierra, en «el arrebato de cólera» que tuvo en el período 1914-18, sufrió terriblemente, muchas de sus células cerebrales (hombres) murieron y otras fueron mutiladas causando la destrucción y el desequilibrio de una gran parte de su masa encefálica (la sociedad humana terrena); así también un hombre causa desequili brio en su masa encefálica por medio de sus arrebatos de cólera. En este caso, muchas unidades de vida de su cerebro también mueren o sufren mutilación. Como el cerebro, normalmente, es el asiento de las funciones físicas vitales, esta función va siendo destruida lentamente con cada arrebato de cólera. Esto lleva consigo desequilibrios en la misma experiencia de la vida del individuo en cuestión e incluso puede envenenar la sangre. De este modo vemos que se exige una cierta interacción entre la sustancia y el individuo que la usa como material para manifestarse, es decir, entre la vibración propia de la sustancia y la vibración propia del individuo. Cuando se produce un arrebato de cólera, estas dos vibraciones chocan y surge el desequilibrio. Estos tipos de vibraciones no concuerdan.
      Todo ser vivo tiene relación con dos tipos generales de vibración: su propia vibración y la vibración propia de la sustancia. Crear y utilizar su manifestación, basada en el equilibrio entre estos dos tipos de vibración, es la finalidad más elevada dentro de cada reino de existencia. Vivir con este equilibrio es la culminación de la felicidad en cada una de las seis formas generales de experimentar la vida en la existencia. (Ver Livets Bog, El libro de la vida).
      Con todo esto hemos tratado lo más complejo con respecto a la alimentación ideal. Para algunos de los lectores, estos análisis quizá han sido tan aburridos como difíciles. Pero para los lectores que han tenido la energía y el interés necesarios para profundizar lo suficiente en ellos comprendiendo los problemas de un modo correcto, esta misma comprensión les permitirá entender hasta tal grado las bases de los análisis sobre la alimentación ideal que van a ser expuestos a continuación, que estos análisis se transformarán, para dichos lectores, en ciencia o hechos consumados.


Comentarios pueden mandarse al Martinus-Institut.
Información de errores y faltas y problemas técnicos puede mandarse a webmaster.