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(639-1052) 
 
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Química cósmica
Símbolo n.º 10
El principio denominado ciclo
Nada puede existir sin representar un estadio de un ciclo   639. A lo largo del capítulo 11 hemos reunido un material muy amplio para la explicación de la parte de la vida que hemos llamado "química cósmica". Como este material revela diversos hechos irrefutables sobre los que es necesario tener una visión de conjunto equilibrada, antes de continuar con una explicación adicional de "la química cósmica" vamos a recopilar aquí, con miras al posterior desarrollo del conocimiento de la verdad absoluta en la conciencia del lector, algunos de estos hechos o realidades básicas más importantes en un par de símbolos para así darle a este lector una visión de conjunto concentrada sobre el amplio material de este capítulo.
      Como se desprende de este material, de manera semejante a la atmósfera física, las naturalezas de la conciencia del ser vivo representan una atmósfera con climas y ambientes, que constituyen estadios o partes de un ciclo. Este ciclo representa un principio básico eternamente existente que se manifiesta por todas partes en cada forma de experimentación de la vida, en cada forma de manifestación o creación, tanto en el ámbito que llamamos "naturaleza" como en el ámbito que constituye la conciencia del ser vivo; se presenta tanto en las zonas más alejadas del universo como en las regiones más íntimas del corazón y de los pensamientos del ser. Este principio está formado por un desencadenamiento de contrastes, es más, es el propio principio del contraste.
      Ninguna forma de contraste podría, así pues, en realidad existir o tener lugar si no fuera a base de la culminación de su contraste. En virtud de ello toda culminación de este tipo dará, por consiguiente, inevitablemente lugar al nacimiento de su contraste. Es de acuerdo con esto que verano e invierno, día y noche, sol y lluvia se suceden alternándose permanentemente, lo mismo que el hambre y la saciedad en la manifestación física y mental del ser vivo. Todas las manifestaciones de la existencia son, por consiguiente, un ciclo. Y con anterioridad ya nos hemos referido brevemente a este ciclo aquí en "Livets Bog" (véase entre otras cosas el apartado 37 y el apartado 45 del volumen 1 de "Livets Bog" y el apartado 461 del volumen 2 de "Livets Bog) y de este modo sabemos cómo la existencia o conciencia eterna del ser constituye un estado eternamente cambiante entre los dos contrastes que hemos llamado "involución" y "evolución". La experimentación de la culminación de estos dos contrastes por un ser constituye, así pues, un ciclo aislado. Pero como a un ciclo de este tipo le sigue un nuevo ciclo, y así sucesivamente, a este ciclo le hemos dado el nombre de "espiral". Una espiral así manifiesta un periodo de una experimentación de la vida cuyos detalles, en un orden lógico, constituyen la experimentación que el individuo hace, por partes iguales, de dos contrastes. Pero como todos los detalles de cada vivencia son contrastes, es comprensible que dicha espiral o ciclo se repita en una multitud de formas y estados y represente, así mismo, muchos grados con respecto al tiempo o la edad. Hay ciclos que finalizan en una fracción de segundo, mientras que hay otros que exigen miles de años, es más, millones de años para su manifestación o cumplimiento.
      Con respecto a toda esta diversidad, nuestro objetivo sólo es mostrar el propio principio en estos ciclos. Su tamaño o duración no tiene ninguna importancia aquí. El principio es exactamente el mismo en todos, tanto en los grandes como en los pequeños. Pero todo aquello con lo que nos relacionamos o con que entramos en contacto es, de este modo, una parte de espirales o ciclos. Nada puede existir sin tener esta identidad.


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