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Véase el símbolo nº 34 en nueva ventana Índice de La Imagen Eterna del Universo, volumen 4   

 

 
Explicación del símbolo n° 34
34.22  El símbolo n° 34 representa los grandes principios que colaboran en el acto de apareamiento. Las dos grandes figuras redondas con la ancha zona más exterior de color naranja muestran a los seres vivos en su estado polar prominente como ser de sexo masculino y ser de sexo femenino. Este estado constituye la estructura orgánica bajo la que deben presentarse para que el acto de apareamiento totalmente perfecto pueda tener lugar. La figura de la izquierda simboliza al ser de sexo masculino que es estimulado por el principio masculino, mientras que la figura de la derecha simboliza al ser de sexo femenino que es estimulado por el principio femenino. El color naranja de ambas figuras expresa simplemente que estos dos seres aún son seres unipolares inacabados y que su modo de ser todavía está, en mayor o menor grado, dominado por la energía del peso. Debemos recordar que la verdadera zona de despliegue del acto de apareamiento es el reino animal en su forma más pura, pero este reino se prolonga penetrando bastante en la zona de desarrollo del hombre inacabado. El símbolo representa más bien a los seres de esta zona, lo cual se ve en las otras energías básicas que se muestran en él, particularmente en el estado de despliegue algo destacado de la energía del sentimiento y de la energía de la inteligencia. (Sentimiento de color amarillo e inteligencia de color verde). En el animal, en su forma más pura, las energías básicas superiores no se presentan con un despliegue tan destacado como en el hombre maduro en un estado de evolución avanzado, tal como el símbolo muestra aquí. El triángulo blanco y la zona violeta en medio de las dos figuras representa el yo y la supraconciencia de los dos seres respectivamente. La zona amarilla redonda es, como ya hemos dicho, el área del sentimiento del ser, que aquí se muestra con el tamaño aumentado que tiene durante un proceso de enamoramiento y que en realidad sólo es valedero para el objeto del enamoramiento, el cónyuge o pareja del apareamiento, y la descendencia. La zona verde redonda indica, como hemos mencionado con anterioridad, la inteligencia del ser. La zona azul expresa la intuición del ser, y la siguiente, de color añil claro, su recuerdo. Los grandes rayos amarillos que salen de los dos seres simbolizan que se encuentran en un acto de apareamiento.
      La figura redonda de arriba simboliza un ser desencarnado que vive en el reino del recuerdo o de la bienaventuranza, por eso es de color añil. El triángulo blanco y la zona violeta expresan aquí también el yo y la supraconciencia del ser. La zona roja es la energía del instinto del ser. El hecho de que esta energía, al contrario de las otras energías básicas, se presente con su color rojo, mientras las otras se presentan con los colores del reino de la bienaventuranza, se debe a que, con la maduración del ser para la reencarnación en la zona física, la energía del instinto comienza a despertar. Esta energía es el fundamento del automatismo que hay detrás de los núcleos de talentos en la creación del feto y en la ulterior función corporal. La zona de color gris-amarillo alrededor del ser del reino de la bienaventuranza simboliza la atmósfera de éste mezclada con la del aura de apareamiento de los seres físicos, que es causa de la unión o contacto del ser del reino de la bienaventuranza con la creación del embrión en el útero.
      Entre los dos seres del apareamiento del símbolo hay la figura de una cruz, a medio formarse, hecha de rayos. Esta cruz representa la culminación del acto de apareamiento. De los rayos de esta figura sale una figura, en forma de hilo, de color añil que sube al ser del reino de la bienaventuranza, rodeándolo, y lo vincula con el ser femenino del acto de apareamiento, y anima u ocupa el material del embrión del útero. Y de este modo empieza la creación de un nuevo organismo físico que gradualmente se transforma en el instrumento físico del ser aquí encarnado para una nueva época de existencia con manifestació física y experimentación de la vida.
      Aquí hemos visto lo divinas que son las leyes del principio de la reencarnación o del nuevo nacimiento. También vemos que el amor es el tono fundamental del universo. Hemos observado que incluso en medio del reino animal, donde la condición de vida de los seres es matar para vivir, y donde no existe ningún amor al prójimo en absoluto, el nuevo nacimiento está protegido en virtud de un acto de amor artificial y de la necesidad que tienen los dos ángeles custodios o padres de proteger a la descendencia o al ser espiritual, nacido de nuevo físicamente, que se ha unido con su carne y sangre. Este amoroso principio del nuevo nacimiento es válido tanto para los leones, los tigres y otras fieras como para los seres humanos en la oscuridad o estadio diabólico. El espíritu del amor de Dios abre de este modo el camino. Sólo el propio estado inacabado de los seres humanos hace a veces este camino de Dios más o menos intransitable y penoso para ellos mismos. Pero la omnipotencia de Dios vencerá. Todos se transformarán inevitablemente en el hombre a imagen y semejanza de Dios y así se convertirán en un ser que da honor al Padre eterno.


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