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100. CAPÍTULO

La solidaridad de destino entre el macroser y el microser

Pero cuando los hombres no saben pensar correctamente y no han aprendido qué responsabilidad asumen por pensar incorrectamente, tienen que aprenderlo. Y los hombres terrenos se encuentran por eso también como «microseres» en un universo o un organismo, dentro del cual hay mucha falta de armonía, muchos desastres, mutilaciones y sufrimientos. ¿Pero no fue eso lo que presenciamos dentro de los organismos humanos?
      Por lo tanto, el gran «organismo» en el cual los seres humanos se encuentran como «microorganismos» es, por su naturaleza, de la misma calidad que él del hombre terreno. Esto significa, en otras palabras, que el yo, que tiene el globo terrestre como organismo, tampoco piensa correctamente. La energía de pensamiento o la fuerza vital de este ser, que es idéntica a nuestras «fuerzas naturales», tampoco es perfecta. Se producen desastres naturales, inundaciones, erupciones volcánicas, terremotos, huracanes, frío y calor mortales, es decir, un estorbo de las condiciones de vida de sus «microindividuos», a los que pertenecen los seres humanos.
      Pero ¿cómo podrían estos hombres reclamar o tener alguna condición para llegar a ser «microseres» en otro organismo, lo cual quiere decir: ser residentes de otro planeta o mundo donde todo fuese brillante perfección y armonía, donde las fuerzas naturales no podrían desencadenarse en desastres para seres vivos, cuando ellos mismos ciegamente a causa de su propia energía de pensamiento erróneo desencadenan una «fuerza natural» correspondientemente desastrosa y mortífera para los microseres en su propio organismo? ¡Imposible! – Tales hombres causarían desarmonía en tal mundo o en tal organismo, serían microindividuos demasiado primitivos. Tan sabias son las leyes divinas de la existencia, que estimulan los caminos del destino, que cualquier ser vivo se encontrará como microser en la parte de un organismo de un macroindividuo que representa exactamente el estándar de desarrollo, la misma calidad de cumplimiento del gran mandamiento de amor, la misma desarmonía o armonía, que el macroindividuo mencionado representa él mismo. El mismo microindividuo obtiene así a través de su mundo exterior una imagen general de su propio mundo interno. Cosecha a través de su mundo exterior lo que siembra a través de su mundo interior. Y el análisis eterno: «Lo que un hombre siembra, cosechará» también aquí se convierte en un hecho para el investigador desarrollado.


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