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91. CAPÍTULO

Si el globo terrestre, que es nuestro macroindividuo, prendiese fuego

Experimentar el microcosmos a través del mesocosmos será lo mismo que observarse a sí mismo como un microindividuo. Y de esta manera vamos a darnos cuenta de qué pasaría si el planeta, que es nuestro macroindividuo, dejara que su organismo se disolviese por fuego. Como somos microindividuos en este organismo, tendremos así las ideas principales de los hechos que en su principio básico serán absolutamente análogos a los hechos que son válidos para los microorganismos en nuestro propio organismo durante una cremación.
      Si la tierra de alguna manera se prendiera en fuego, por ejemplo, por una colisión con otro planeta, el tiempo inmediatamente anterior a la colisión estaría lleno de un terror para los animales y hombres del mundo, cuyo igual nunca se había visto en su superficie. Un torbellino de pánico pasaría como un viento de tormenta por la tierra y la convertiría en una antesala del infierno. Los hombres y los animales se precipitarían en un horror loco por allí y por allá a una velocidad vertiginosa por un planeta inestable, cuya gravedad y punto de equilibrio, por la proximidad del cuerpo celeste ajeno, ya durante tiempo estarían fuera de quicio. Un ejército –no de soldados con pistolas, ametralladoras, aviones bombardeos o cualquier otro artefacto humano de instrumentos de asesinato, cuyos efectos en este caso sólo se considerarían como caricias– sino un ejército de tornados, tsunamis, terremotos, nuevas erupciones volcánicas rodearía a la humanidad perseguida y otros representantes de vida. En una lluvia de partículas ardientes del interior de la tierra los supervivientes restantes tendrían que balancearse impotentes sobre los bordes de las poderosas gargantas o pozos profundos que habrían emergido en la superficie agrietado de la tierra. Una densa atmósfera de nubes de humos más o menos tóxicos contaminarían el aire y excluirían cualquier rayo de luz del sol. Y en la noche negra como el tizón el estertor y gritos de terror de los moribundos serían dominados totalmente por el ruido tododominante o trueno de una tierra en derrumbamiento o el hundimiento de los elementos. Sobre el cielo oscuro chispearía una multitud de rayos que, como un ejército de espadas de fuego, dirigido por manos invisibles, apuñalaría o acuchillaría la vida, tanto aquí como allá.
      Pero todavía el final no se ha alcanzado. Desde el horizonte lejano, un brillo rojizo comienza a penetrar la oscuridad. El mundo se ha incendiado. Un inmenso océano de llamas devora a una velocidad enorme todo a través de los continentes y con sus llamas rojas que todo lo abarcan deja entender a los últimos restos de la vida orgánica que ha sido capaz de desafiar y sobrevivir las dificultades actuales, que «aquí hay que dejar toda esperanza». Y con la última chispa de este poderoso mar de llamas la luz de una estrella se apaga. Un mundo, que antes era glorioso, hermoso y habitado, se ha hundido en la oscuridad de la noche.


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